El Teatro Villamarta vuelve al patrimonio colectivo de Jerez el 21 de Noviembre de 1996, después de haber tenido una primera vida de 58 años, desde el 11 de  Febrero  de 1928  al 30 de Junio de 1986. Una etapa gloriosa donde a través del teatro, la cultura, la música, el pensamiento…, el Teatro se convirtió en el paraninfo de la mejor educación del Arte y de la Cultura.

Jerez entendió desde la Edad Media que una ciudad con capacidad para simultanear  las  manifestaciones artísticas   más dispares, era una ciudad con mayor posibilidad de progreso cultural. A lo largo de cinco siglos Jerez  supo alternar las representaciones teatrales sacras con el teatro más profano de los Corrales de Comedia. Contó con teatros, salas de espectáculos, tabancos…, pero nada ha marcado tanto la relación cultural con la ciudad como lo ha hecho el Teatro Villamarta.

Diez años permaneció bajado el telón. Diez años de movimiento popular reivindicativo, de empeño municipal, de entendimiento institucional. Y de nuevo Jerez entiende que la Cultura es el indicador básico para medir la calidad de vida de una comunidad.

Cuando la voluntad política se alía con un equipo humano gestor de primer orden surgen proyectos que nunca son frutos de la casualidad, lo son del trabajo, de la imaginación, del conocimiento y del coraje. De esta manera nace el Festival de Jerez en 1997, hace ya diecisiete años.

Decía Friedrich Nietzsche que la vida sin música es un error. Sin el baile el flamenco también. Por ello, la Fundación Teatro Villamarta entendió que el Festival de Jerez debía acontecer en torno al Baile Flamenco y Español, contribuyendo así al desarrollo de un Arte que ha demostrado a lo largo de estos años la capacidad para reinventarse a sí mismo.

El Festival de Jerez, en palabras de Félix Grande, es la fiesta del flamenco, que rinde homenaje a una de las manifestaciones con más historia y con más libertad expresiva de Andalucía.

El Festival tiene la virtud de equilibrar la tradición y la innovación, de armonizar pasiones encontradas con el Jerez más tradicional, articular la herencia recibida de San Miguel y Santiago con lo  más novedoso y vanguardista, porque la vanguardia de la danza en España está en el flamenco y porque la magia del flamenco radica en que está vivo y en continua evolución.

El Festival de Jerez supone un encuentro entre maestros, estudiosos, aficionados, artistas, creadores del cante, el toque, el baile, el compás. Una combinación de exhibición y formación. Una vocación integradora y universal. Abierto a nuevas experiencias plásticas y tecnológicas  y cómplice de una emergente industria cultural o turística. Ha consolidado su carácter de evento internacional, ha subido al escenario a viejos y nuevos flamencos, se ha ido expandiendo por la ciudad en variados  espacios escénicos públicos y privados y ha entendido generosamente que debía prolongar sus efectos a la iniciativa privada.

El Festival de Jerez no fue una conquista gratuita. Fueron tiempos complicados, de una soledad institucional difícil de entender después de un aceptable entendimiento en la rehabilitación del Teatro. Tiempos de puertas cerradas y de una absoluta negación de las Administraciones supramunicipales  en  proyectos culturales de Jerez de la categoría y la proyección del Festival.

La valentía política y  el tesón de los gestores técnicos fueron capaces de sortear las barreras e ir convenciendo y conquistando el respeto y la consideración del Instituto Andaluz del Flamenco y del INAEM del Ministerio de Cultura, que en estos momentos acompañan al Ayuntamiento en esta manifestación mundial del Flamenco. Sin olvidar el patrocinio y la iniciativa privada, la colaboración de las Peñas Flamencas y  otras  Instituciones culturales.

Con motivo de la XVII edición de nuestro Festival, que afortunadamente arranca un año más el próximo viernes, he querido sintetizar la historia de un legado que se ha ido  gestionando con sabiduría y con generosidad. Una herencia que hay que seguir mimando, sin distraerse ni escatimar esfuerzo porque el Festival de Jerez es una buena herencia, una bendita herencia.