Isabel Bayón nos invitó a reflexionar sobre el tiempo, sobre la influencia de éste en nuestras vidas. Cabría pensar cuánto le ha influido a ella. Isabel se volvió por momentos atemporal, en una espiral que la hizo viajar en el tiempo. De un pasado reciente a un futuro imaginable, del mejor tiempo pasado al devenir anónimo. El proceso evolutivo del baile de la sevillana es palpable en la presentación de esta nueva obra en el Festival de Jerez. ‘Caprichos del tiempo’ aborda con intensidad el viaje y la madurez que ha sufrido su forma de entender lo que hace. Alejada de ritos escenográficos y estampas de relleno, la sencillez prima a lo largo del tiempo que permanece en el escenario. Que no es poco. Apenas la perdimos de vista un ápice de tiempo, tan siquiera para poder cambiar de vestuario en los momentos finales. De azul argumentó un guión elaborado a partir de la partitura del sonido del reloj que la acompañó como telón de fondo en los continuos cambios rítmicos de la obra. Encontró su camino en el tiempo y viajó atrás y adelante sin desdibujar el motivo por el que allí estaba.
Bayón estuvo sublime. Se liberó de las ataduras que ocasionan un guión preestablecido para donar danza flamenca. Ya fuera descalza, con el sólo acompañamiento del silencio o con la musicalidad que aportaron las voces de David lagos y ‘Londro’ amén de las guitarras de Jesús Torres o Juan Requena y la percusión de José Carrasco.
A priori reinó la sencillez de un homenaje al baile, al toque y al cante. De la malagueña chaconiana inmejorable que interpretó Lagos a la ronda de abandolaos a la que se sumó Londro y que se convirtió en el silencio que dio paso a la escobilla. Fue de nuevo el jerezano David el que diseñó la farruca que argumentaría Isabel. Si hablamos de este baile, nos vienen a la mente los referentes de Carmen Amaya o Manolete. Pero vimos en Villamarta un nuevo concepto. Una estructura nueva, sabiamente trazada a partir del cante para dejarse caer en la sonoridad inconfundible del toque de Sabicas que volvería a traer lo mejor de Bayón con sombrero cordobés. Cuando uno pensaba que ya se daba la alternativa para otra pieza musical retornó de nuevo el cante de ‘Londro’ y su tran tan teiro que no hizo sino alargar en el tiempo el baile de la protagonista con gusto exquisito. Pocas veces un baile de cerca de veinte minutos ha durado tan poco y se ha expresado con tanto encanto. Y es que uno de los múltiples beneficios de este espectáculo es la delicadeza y el esmero con que se cuidaron las transiciones. Desapareció la transición con el cante para brindar con Isabel durante toda la noche. Un guión hilvanado eruditamente que infirió positivamente en el total de la obra. El trazo azul de su vestido rellenaba el escenario ya fuere por guajira con remate por colombianas y con abanico o por seguiriyas. Aunque por momentos esa elección de continuar con el mismo ropaje nos provocara sensación de obra lineal y estática.
Su particular homenaje a los maestros volvió con la voz en off de Vallejo por seguiriyas y en las falsetas del jerezano Javier Molina. El cambio vino al final por alegrías. Bata de cola roja que delineó su baile con donosura lo que supuso el radical cambio de su forma de entender esta función. La evolución en el tiempo de su baile tuvo su réplica pues la proyección de ella misma con diez u once años ya bailando y la actual Bayón sobre el escenario fue una bofetada de flamenquería.
Sin duda, hay que sacar partido a la crisis que lleva años acechando, sobre todo, al flamenco y en la mente de Isabel el infortunio de la crisis ha redundado en una obra redonda de principio a fin a la que no se le pueden poner ‘peros’.
La ficha
Baile y coreografía: Isabel Bayón
Cante: David Lagos y Miguel Ángel Soto ‘Londro’
Guitarra: Jesús Torres y Juan Requena
Percusión: José Carrasco