El olor a humedad empapa las paredes del mesón El Cartujano, ubicado en pleno corazón de Las Pachecas y, por tanto, en zona de alto riesgo de inundaciones. Sus propietarios han sobrevivido a dos riadas de impacto, aunque los daños fueron tan cuantiosos que no quieren ni rememorar aquellos días. En una de las ocasiones el negocio, que es su sustento familiar, llegó a estar cerrado casi un mes debido a las consecuencias del temporal. Ahora, miran al cielo con escepticismo pues, aunque de forma oficial las autoridades intentan tranquilizarles asegurando que no se llegará al nivel máximo de alarma, la experiencia les dice que deben estar preparados para lo peor. Por ello, uno de sus trabajadores y pariente de la propietaria, Luis Corral, levanta los manteles de las mesas y pone las sillas en alto, para que si llega el agua de sopetón no les coja desprevenidos.
“Aquí organizamos muchas comidas y vienen autobuses a diario. Este fin de semana, por ejemplo, esperamos a cuatro del Imserso. Todo esto vale un dinero y cerrarlo… Nada más que pensamos en las últimas inundaciones, cuando se anegó el comedor, el agua llegó a la cocina y sufrimos tantas pérdidas. Todo estaba lleno de fango y de porquería. Yo he estado toda la noche sin dormir acordándome de eso”. A pesar de ello, se sienten un poco atados de pies y manos puesto que no quieren cerrar el negocio que les da de comer, pero tampoco desean arriesgarse a sufrir los daños que pueda ocasionar el temporal.
En unas viviendas cercanas, unos vecinos reconocen que las están vaciando ante su convicción personal de que en unas horas se producirán las próximas inundaciones. “Hemos sacado los muebles, los animales y todo -explica la propietaria de una de estas casas, utilizadas como segunda residencia-. No vamos a dejar que el agua nos llegue a los tobillos”. Si nos adentramos aún más en la barriada, nos encontramos con una vieja conocida de los medios de comunicación: ella es María Romo, cuyo rostro recorrió hace tres años todas las televisiones como una de las mayores afectadas por las últimas inundaciones. Su casa, en concreto, resultó completamente anegada y tuvo que desalojarla.
“Yo lo perdí todo, no quiero ni recordarlo. He vivido dos inundaciones muy fuertes y luego varias pequeñas, se ahogaron hasta los animales”. Sin embargo, en esta ocasión María se muestra optimista y confía en que la lluvia no vuelva a amargarles el invierno. “Mientras que el agua no llegue a La Ina y el llano no se inunde, estamos tranquilos”. Por ello, cada cierto tiempo esta vecina y los suyos se asoman al puente de Las Pachecas desde donde visualizan si efectivamente el temporal está comenzando o no a causar estragos. “Lo único que queremos es que nos avisen, eso sí, para que nos dé tiempo a sacar nuestras cosas y a los animales. Pero no creo que esta vez lleguemos a eso”.
LLAMAMIENTO A LAS AUTORIDADES
La delegada de Alcaldía, Susana Bustos, no parece tan convencida y apunta en todo caso a un problema de más calado y de difícil solución. “Tienen que tener claro que el problema no es de la zona rural, sino de Jerez, que nosotros también pagamos nuestros impuestos. Lo que han de hacer es venir y ver qué se ha hecho y qué se puede mejorar. Que den los técnicos una solución, que son los que entienden. Yo sé que limpiar el río es muy costoso, pero también cuesta mucho dinero la Feria de Jerez”. En El Portal, la historia es prácticamente idéntica y aunque nadie recomienda oficialmente la evacuación, todos los vecinos están en alerta y alguno ha empezado por su cuenta a poner sus pertenencias a buen recaudo. Las próximas horas serán cruciales, en todo caso, para determinar si la meteorología decide ser benevolente con estos ciudadanos o, por el contrario, deberán afrontar un nuevo revés en sus vidas.