Pintaban bastos ayer en Jerez. Las nubes, lejos de descargar lluvia, simplemente amenazaban a los cofrades que tenían pensamiento de hacer estación de penitencia el Miércoles Santo. Cada vez que un claro asomaba, llegaba una nube más negra todavía por el firmamento. Y todos los partes, los malditos partes que hoy se consultan en cualquier Smarphone, pero que nadie, o casi nadie sabe interpretar, apuntaban que podía llover en cualquier momento del día.

Lo intentó el Soberano Poder, pero desde la Granja, y saliendo a las dos de la tarde, o se tiene muy claro que se podrá realizar la estación de penitencia, o no se puede hacer nada. Y esto último fue lo que pasó, que los hermanos del Soberano Poder se quedaron en casa, lamentando la mala suerte de no poder demostrara Jerez cómo crece, en calidad y cantidad, la cofradía de La Granja.

Algo similar debió pensar el Consuelo, que anunció que tampoco realizaría su estación de penitencia. Y no llovió… Durante las horas que el Consuelo debía estar en la calle, no cayó una gota de agua sobre Jerez, pero hay que comprender la decisión de la junta de gobierno que preside Mateo López. Una hermandad que va poco a poco construyendo su futuro, que no tiene unos recursos económicos ilimitados, con un paso precioso recién dorado… Era lógica la decisión, y con ella, nos quedamos sin ver a la Virgen del Consuelo, una de las más elegantes cofradías de cuantas se pasean por nuestra ciudad.

Sí salieron a la calle las Tres Caídas y Santa Marta. Las dos, de un barrio cercano a la Carrera Oficial, y las dos, con la mente puesta en llegar a la catedral, ya que desde allí hasta su casa apenas si quedaba un suspiro. Bien por la gente de San Mateo, con sus dos pasos andando de categoría, y apostando por un corte serio, aunque no fúnebre, para el discurrir de su estación de penitencia. Y soberbia la actuación de la hermandad que preside Francisco Bazán, el hombre que ha conseguido que las manos de Dolores se unan misteriosamente para rezar. Ellos saben bien por qué Dolores sufre,  y ellos conseguirán que Dolores vuelva a abrir sus manos, en una acción de gracias eterna al cielo por obrar un milagro que todos sabemos que es posible. Tenía que salir la hermandad de las Tres Caídas, y así lo entendió el cielo, que respetó la estación de penitencia de la corporación.

Pero quién obró este milagro… Si estaba para llover y no llovió… Si todo era negativo, y finalmente la noche aguantó. Quién manda sobre el cielo de esa manera… Pues si la Madre de Dios, la Amargura, se quedó en casa por el riesgo de precipitaciones, no pudo ser otro que su Hijo. Salió el Prendimiento de Santiago como sale la lava de un volcán, erupcionando a borbotones la fe de un pueblo que lo esperaba ansioso por encontrarse cara a cara con él. Avisó la hermandad de que acortaría camino, y aunque finalmente pudo coger por Gaitán, cuando el paso estaba en la plaza del Arenal la corporación decidió volver por Chapinería y Sedería ante el riesgo inminente de lluvia. No cumplía su estación de penitencia el Prendimiento, y regresaba a casa a buen ritmo por unas calles que saben del amor que Santiago le tiene a su Prendío. Una marea de gente acompañaba al Señor mientras que al lejos, su madre, el Desamparo, hacía las delicias de los que la acompañaban, con un caminar valiente y decidido, pero elegante y coqueto a la vez. Llegó el Prendimiento a casa, a las órdenes de Martín Gómez Moreno, y se recogió también el Desamparo, cuando justo en ese momento, una tromba de agua inundó Jerez. Poco importaba ya, a esas horas, que los partes se hubieran cumplido… Ya todos sabían que en el Miércoles Santo, quien manda, es el Prendimiento.