Abierta, elegante, acogedora, divertida y también, rica en oferta gastronómica. Así es la Feria de Jerez, que cada año reúne en sus casi 22o casetas platos para todos los gustos, desde los más populares a los más exquisitos, siempre regados con el buen caldo de la tierra. Saber elegir una buena cocina es fundamental para que el cuerpo aguante horas y horas en el Real.

No hay nada como empezar a asentar el estómago con una buena ración de jamón ibérico y una torta del Casar en la Casa de Extremadura, donde saben bien que sus dos productos estrella tienen ganados a los jerezanos desde hace años. Y si no, que le pregunten a Hipólito Aguilar y José Trujillo, encargados de cortar el jamón y preparar el queso para los clientes durante toda la Feria. Hasta 135 patas terminaron el año pasado, a razón de 40 raciones de jamón por cada una… echen las cuentas. “El jamón extremeño tiene un sabor intermedio entre el de Jabugo y el de Guijuelo, explica Hipólito mientras demuestra su talento con el cuchillo.

Para los amantes del queso es indispensable el sabor único de la torta del Casar, un queso cacereño que se toma tibio y untado en tostas. Su intenso olor anticipa una explosión en el paladar de lo más original. Otro de los productos típicos extremeños que se encuentran en esta caseta son los higos con chocolate, ideales para terminar el almuerzo o la cena con algo dulce.

Tras este primera degustación, el menú puede continuar con los famosos pinchitos morunos de la caseta Pozo de la Víbora, junto a Ifeca. Allí, Abdellaziz El Ghoudani soporta altísimas temperaturas junto al carbón donde ultima este plato venido del otro lado del Estrecho. Por solo dos euros, la suculenta mezcla de especies y la posibilidad de degustar un pinchito picante reúnen cada año en esta caseta a muchos jerezanos y visitantes.

Y para terminar, qué mejor que sentarse a la mesa con los guisos y recetas de toda la vida: un buen menudo, unas papas con chocos, unos calamares a la rioja, una cola de toro, una tortilla de patatas y el pescaíto frito, que no puede faltar. En la caseta de la Hermandad de la Amargura, en el paseo de las Palmeras, tienen muy claro que la gastronomía de toda la vida tiene el éxito garantizado. Con Isabel María Navarro al frente, el expermientado equipo de cocina de este establecimiento, se afana cada día desde las diez de la mañana con buen humor para satisfacer a los clientes. “Siempre tenemos menudo y cada día hacemos un guiso tradicional distinto, además de lo que está en la carta”, explican.