Volvió a brillar, quizá sin pretenderlo. Demostró de nuevo que pocos componen endecasílabos como él, que son elegidos los que alcanzan siquiera a encadenar, de forma más o menos ordenada, los ritmos, pausas y cadencias que los sonetos requieren para ser perfectos. Volvió Enrique Víctor de Mora, volvió a San Miguel, y lo hizo para hablar, cantar y exaltar la grandeza de la Sangre y el Cuerpo de Cristo, a escasos tres días de que se pasee por las calles de Jerez. Y lo hizo con la brillantez a la que nos tiene acostumbrados… Mal acostumbrados.
Se quedó pequeño el sagrario de la histórica parroquia jerezana, que contó con la presencia de la cuarta teniente de alcaldesa de la ciudad, Felisa Rosado, así como de las más altas representaciones de la iglesia local, a excepción del obispo, quien delegó su presencia en Joaquín Perea Montilla, delegado diocesano de hermandades y cofradías. Asistió Pedro Pérez, presidente del Consejo, el hermano mayor de la hermandad sacramental de Santiago, Manuel Castell, Angel Romero Castellanos como párroco de la de San Miguel y Luis Salado como administrador de la de Santiago y Luis Cruz de Sola como hermano mayor de la hermandad del Santo Crucifijo de la Salud, que junto con la parroquia de San Miguel, fueron los anfitriones de la hermandad sacramental de Santiago, toda vez que no cuentan con sede propia debido al cierre de la parroquia extramuros. Organizaba todo la hermandad sacramental de Santiago, que solventó, con solvencia, el encargo, demostrando de nuevo su empeño y tesón en ensalzar la grandeza del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El orador contó con la participación de Carlos Gonzalo, periodista de Canal Sur, que locutó unas estrofas introductorias de cada meditación, así como con la participación de Angel Hortas, brillante al órgano, entonando cantos eucarísticos y marianos a lo largo de la exaltación, que estuvo articulada en siete partes diferenciadas, todas ellas rimadas en sonetos, y que tuvieron como único protagonista el Santísimo Sacramento del Altar.