Jerez está de vuelta con la Vuelta y han tenido que pasar aproximadamente casi dos décadas para que la ronda española haga parada en la ciudad. Desde la edición de 1997 la Vuelta Ciclista a España no para por Jerez. Un año después, la ciudad vio pasar de largo una cita que salió de Cádiz hasta llegar a Estepona, pero que no supuso la repercusión que desde el Ayuntamiento esperan para este próximo sábado, día en el que la avenida de Arcos servirá de inicio de la octava etapa.

Una cita ciclista que, por contra, tiene mucha historia en la ciudad. En 1992, y con ciclistas como  Erik Breukink, Robert Millar, Steven Rooks o Stephen Roche, Jerez sirvió de salida para la vuelta, aunque mucho antes, en 1979, Jerez sirvió de prólogo y salida de primera etapa de la actual Vuelta Ciclista, la primera organizada por Unipublic tras la renuncia del diario El Correo Español-El Pueblo Vasco.

Pero habría que retroceder un poco más en el tiempo para que la Vuelta se jerezanizara. Y no precisamente por el arraigo existente en Jerez por el ciclismo, un lugar con gran afición a las dos ruedas y que tuvo en José Luis Villanueva, ‘El quillo’, su gran figura -llegó incluso a competir en el Tour de Francia-. El primer jerezano que compitió en la ronda española fue Don Zoilo.

Para los que no lo conozcan, Don Zoilo fue Don Zoilo Ruiz-Mateos, el patriarca de la familia Ruiz-Mateos y gran impulsor del negocio bodeguero en Jerez, carrera que terminó de impulsar José María Ruiz-Mateos con Rumasa. Fallecido en 1962, este roteño de nacimiento y jerezano de corazón -tiene una estatua en la entrada principal de las Bodegas Sandeman- estuvo presente en la cita ciclista española en 1991. No es que nadie en su nombre corriera la Vuelta, es que Don Zoilo, o más bien la marca de vinos que llevaba su nombre, era el principal patrocinador del equipo Paternina Sport, la firma bodeguera riojana que presidía Marco Eguizábal, aquel empresario vitivinícola que se atrevió no solo con el ciclismo, sino también con el fútbol, presidiendo el mítico Logroñés de jugadores como Abadía o los jerezanos Poyatos y Romero.

Sin embargo, aquel proyecto anunciado a bombo y platillo, y que contaba con un presupuesto de 100 millones de las antiguas pesetas, duró poco, tan solo un año. Don Zoilo tuvo poca presencia en el ciclismo nacional, desgraciadamente. La aventura ciclista de Eguizábal, que tras la expropiación de Rumasa se hizo con buena parte del imperio del vino de los Ruiz-Mateos, apenas logró un par de terceros puestos en la edición de 1991  de la Vuelta, insuficiente para un equipo que presentaba a sus estrellas en el marco vitivinícola jerezano.

Ni Alfonso Gutiérrez, por otro lado el más destacado del equipo en la cita de 1991, ni José Luis Laguía, gran escalador de finales de los 80 y que llegó a codearse con el mismo Perico Delgado, pusieron el nombre de Don Zoilo, Paternina y Jerez en lo más alto. De hecho, fueron Melchor Mauri y Miguel Induráin, en plena ebullición de su estrellato, los que lucharon por el título, con el permiso del veterano Anselmo Fuerte.

Poco más duró la aventura de Don Zoilo en la élite nacional del ciclismo. Un par de buenos papeles en la Volta o en la Vuelta Ciclista de Asturias, pero poco más. El fútbol, que en esa época comenzaba a convertirse en un negocio por encima de un sentimiento, obligó a Eguizábal a apostar económicamente por el deporte rey más que por las dos ruedas, y Don Zoilo, en apenas 10 meses, desapareció del ciclismo y siguió dedicándose a lo que más sabía, el vino.

De hecho, el Paternina Sport fue de más a menos, bajando el caché, buscando patrocinadores institucionales que alargaran una aventura casi imposible, pero que dejó que la marca jerezana, que también sirvió de nombre de un equipo de fútbol de la ciudad, tuviera su sitio testimonial en la Vuelta a España. Ahora, la ronda patria regresa a la ciudad, posiblemente sin conocer la historia de Don Zoilo y lo que supuso, pero con merecido homenaje a una marca que intentó que Jerez, y su afición al ciclismo, volviera a tener su sitio entre los mejores.