“Por cierto… Alfonso, ese niño de tres años del que les hablaba, es mi hijo… Y ojalá un día sea costalero de la Soledad”. Así de sencillo. Así de cercano. Llevaba diez minutos hablando de la atención con la que Alfonso, cogido de la mano de su padre, miraba los faldones negros de la Soledad, infranqueables para un niño tan pequeño, tan a la mano por su escasa altura. Diez minutos en los que desgranó los valores, que nunca virtudes, del mundo de las trabajaderas, de la gente de abajo. Y así, como quien no quiere la cosa, sin ninguna importancia salvo las que delataban las lágrimas que se tragaba, Ignacio García-Pomar convenció a una iglesia de la Victoria repleta, llena hasta la Porvera, de que él es costalero, y de que ese título, no aprendido en ninguna facultad, es quizá el más importante de su vida, porque es el que más le acerca a Dios y a su Madre.
El triunfo de la sencillez. La victoria de un hombre bueno, que hace un par de años nos regalara un pregón de la Semana Santa memorable, y que ayer volvió a enamorar con su prosa delicada, perfectamente construida, y con unos versos directos, emocionantes, palpitantes, sencillos, que consiguieron hacer llegar al respetable sus emociones, vivencias y sentimientos. Habló, cómo no hacerlo si Ella presidía el acto, de la Soledad, de la dolorosa de las manos imposibles, y se acordó de Ángel Rodríguez Aguilocho, recientemente destinado a Zaragoza, “costalero de los de sangre que, cuando llegue primavera, será más feliz, mucho más feliz, que su jefe de zona o su director de área, porque tendrá, a mil kilómetros de distancia, esperanza…”
Todo ello, en un acto brillantemente conducido, una vez más, por Andrés Cañadas Salguero, y organizado por las cuadrillas de Martín Gómez, que con este pregón daban ayer por inaugurado el ‘III Encuentro de Costaleros’ que tendrá hoy su continuidad con la conferencia de los Ariza, la dinastía de capataces más antiguas de Sevilla. Un acto el de ayer que aglutinó el verso, con la prosa, y con la música, ya que desde Rota llegó la banda del Nazareno para demostrar, una vez más, que actualmente es una de las bandas de referencia de la provincia de Cádiz. Llegó, con Daniel Gallero al frente, con un programa absolutamente espectacular, donde marchas como Procesión de Semana Santa en Sevilla o Pasa la Macarena, se fundían con otras de reciente composición como La Sangre y la Gloria, o Madrugá Macarena. Y todo, al nivel que acostumbra una formación que no tiene techo, y que presume orgullosa de ser la banda de la Soledad, la banda de la dolorosa del Viernes Santo.
Y precisamente a Ella, a la Soledad, estaba dedicada la parte final del acto, ya que la formación musical estrenó la marcha ‘En tus manos, Soledad’, una pieza salida de los compases de Carlos Puelles Cervantes, hijo del mítico Bienvenido Puelles y costalero de la Soledad y de la Encarnación en Jerez, así como de San Gonzalo, la Victoria o el Desprecio de Herodes en Sevilla. Cedió la batuta, en un gesto generoso y sincero, el director de la banda al compositor, y las notas alegres pero clásicas de la marcha comenzaron a fundirse con los aromas de la Soledad, recreando un regreso triunfal por la Porvera al son de una marcha que tuvo que ser interpretada en dos ocasiones por la banda del Nazareno de Rota, antes de cerrar el acto con el Himno Nacional.
Ha comenzado el III Encuentro de Costaleros. Y lo ha hecho en la Victoria, a los pies de la Soledad, gracias a la generosidad, entrega y esfuerzo de la junta de gobierno de la hermandad del Viernes Santo, que han conseguido convertir su sede canónica en la casa de todos.