En José Antonio Domínguez Mateos concurre, además de su condición de costalero,  su interés por el mundo cofrade y su constante implicación, especialmente con el sector joven de las cofradías. Ese compromiso le sitúa actualmente como consejero de la Unión de Hermandades, una trayectoria que le da una perspectiva muy interesante cuando se trata de analizar lo cofrade y lo que se vive bajo los pasos. Él protagonizará la primera conferencia del encuentro, abriéndolo con una ponencia en la que reflexionará sobre la realidad y la ficción de la costalería.

- ¿Qué opinión le merece la iniciativa del Encuentro de Costaleros?

- En las cofradías necesitamos este tipo de iniciativas que nos acerquen al conocimiento de nuestra propia realidad. Este Encuentro nació no sólo como un lugar común donde poder compartir nuestra afición y experiencia, sino que estuvo motivado desde el primer día por el deseo de conocer más y mejor nuestro oficio. Ojalá en otras parcelas de las cofradías tuviésemos iniciativas tan enriquecedoras como ésta.

- ‘Realidad y ficción de la costalería de nuestros días’, es el título de su conferencia en este evento.¿Cuánto hay de los uno y lo otro?

- Hay tanto de realidad y ficción en la costalería como la hay en cada uno de nosotros. Vivimos en la era de la imagen, en la que ya no solo es importante “lo que seamos” o lo que “sintamos” sino lo que los demás piensen que somos y sentimos. Todo esto, acentuado por el impacto de las redes sociales (que multiplica exponencialmente la repercusión social de cada individuo) nos ha hecho inclinarnos, en nuestra vida cotidiana, a una superficialidad que en ocasiones toma tintes de frivolidad. La costalería, como parte de nuestra vida, también se ve afectada en este proceso.

- ¿Para hablar de esto es imprescindible ser costalero?

- No imprescindible, pero sí que ayuda. Cuando vives el oficio como algo propio, de lo que estás profundamente enamorado, procuras conocerlo cada día mejor, lo que a lo largo de los años (y de la vida) te da tablas suficientes como para intentar aportar una visión propia del asunto. Sin esa experiencia personal e íntima con el oficio, hubiera necesitado de mucho más tiempo, quizás, o una mayor capacidad de análisis.

- ¿Hay un perfil del costalero ideal?

- Supongo que esta respuesta está sujeta a las subjetividad de cada cual. Pero si tengo que reducirlo a unos mínimos exigibles, podría quedarme con el costalero obediente, humilde, honrado y exigente consigo mismo.

- ¿Se atreve a juzgar en qué momento se encuentra la costalería en Jerez?

- La costalería posiblemente viva su mejor momento: nunca ha habido más costaleros, nunca antes éstos tuvieron mejor técnica y nunca los pasos anduvieron, por lo general, mejor que ahora. Pero no estamos llamados a ser costaleros con ánimo de autocomplacencia, sino que necesitamos (y lo hacemos; este Encuentro es un buen ejemplo de ello) buscar nuevos modos de mejora, de análisis, de autocrítica. Somos, según decía el ilustre capataz, Manolo Santiago, “obreros de Dios”. Eso es un privilegio, pero obliga a la búsqueda constante de la mejora, de proseguir con una evolución y luchar contra unos vicios y tentaciones que, en ocasiones, nos desvirtúan y empobrecen.

- Este mundo de la ‘gente de abajo’ en la ciudad ¿puede ser similar al de otras ciudades en sus debilidades y fortalezas?

- Ahora es más similar que nunca. La globalización nunca ha sido tan efectiva como en estos tiempos: la difusión de las nuevas tecnologías y la aparición de Internet han hecho posible que fenómenos aparentemente lejanos en la distancia sean sorprendentemente similares, porque ese espacio físico queda reducido a la nada en el espacio virtual. Eso nos ayuda a aprender de un modo más sencillo y natural de otras realidades distintas a la nuestra y, también, cometer los mismos errores, excesos y vicios que se cometen en otros lugares.