Cuando las cosas tienen una fecha de inicio, también la tienen de final. Por desgracia, así son las cosas, y siento ahora la necesidad de agradecer desde el corazón tanta entrega y tanto cariño… En plena vorágine de desarmás de los pasos, a pocas horas de pasar una nueva página de esta recién terminada Semana Santa de 2015, es el momento de realizar también balance y agradecer todo lo vivido.
Y digo bien, agradecer lo vivido… porque incluso ante las adversidades, nos damos cuenta del valor real de las cosas, y sobre todo, de las personas. Hace ya cuatro meses que empezamos a trabajar para llegar a este punto, y desde el primer día, en la primera igualá, ya empezamos a sentirnos orgullosos de todos y cada uno de los costaleros que tengo y tenemos la suerte de dirigir en las distintas cofradías que tengo el orgullo de trabajar. Vuestra respuesta superó todas las previsiones iniciales, sintiéndome desde el principio respaldado y pudiendo, de esa manera, ofrecer garantía absoluta a las hermandades que confiaron en nosotros.
Sea por tanto este primer agradecimiento para todos vosotros, costaleros de Cristo y María, que habéis sido el alma, el corazón de esta Semana Santa.
Empezamos el Sábado de Pasión en la Sagrada Mortaja, hermandad a la que quiero agradecer públicamente el cuidado y el trato con todos, costaleros y equipo de auxiliares de mi confianza. De verdad que es un auténtico privilegio compartir y crecer juntos en este proyecto. A la cuadrilla, sinceramente, no tengo palabras para definirla. Profesionalidad, entrega, saber estar, obediencia y humildad, que son los requisitos que se le pide a cualquiera para ser costalero, los tenéis vosotros más que de sobra. Ese y no otro, es el secreto del buen trabajo que se realizó. Gracias a todos.
Y la primera en la calle, Cristo Rey. Siempre tengo las mismas palabras porque no hay otras, pero es necesario agradecer la confianza de la hermandad, y especialmente a la junta de gobierno, por el regalo que recibo cada año pudiendo ser la mano que dirige tanta ilusión. Desde el día de la igualá -con más gente que nunca-, sabía que este año sería diferente. Siempre la entrega a Cristo Rey ha sido total, por parte nuestra, y por parte de su gente de abajo, pero este año presumía una complicidad especial y así fue. Desde el primer ensayo quedó claro cómo hemos crecido en el oficio y como familia.
Todo esto se vio reflejado el Domingo de Ramos. Sin lugar a dudas, un trabajo extraordinario por parte de todos y la emoción de instantes para el recuerdo, con momentos especiales como la salida –con el hijo de un costalero en mis brazos frente a Cristo Rey- que me llenan de emoción y quedarán en lo más profundo de mí. Gracias de corazón a todos, merece la pena el esfuerzo si el resultado es la unidad total bajo las trabajaderas. Ahí está el secreto de este año.
En este punto, y creo que me vais a entender, quiero que la emoción se vuelque en mis palabras. Son muchísimas las emociones vividas esta cuaresma, tantos años de trabajo, sin lugar a dudas, dan sus frutos y ofrecen la garantía casi absoluta de que las cosas se harán bien. Pido perdón, de corazón, a tantos hombres que quieren ser costaleros del Señor de la Sagrada Cena y no pueden cada año. Os pido que no ceséis en el empeño, al final siempre llega el fruto.
El Lunes Santo empezó pronto, a medio día, como siempre y como es costumbre con mi amigo Miguel Benítez. La cita, siempre a la misma hora, pero este año acompañados por mí no menos amigo y hermano Antonio Moure. Qué decirte, Antonio… No me creo merecedor de tu dedicatoria en el pregón de la Semana Santa, pero lo acepto a sabiendas de que es culpa no sólo de los que hoy estamos bajo el Señor, o fuera con cargos de responsabilidad. Ese romance en tu pregón es fruto del esfuerzo de mucha gente, unas que gozan de la Gloria del Señor y otras que ya decidieron otro camino. Y por supuesto, cómo olvidarlos, de los que hoy están trabajando en la hermandad de la Cena, gente que no olvida por qué llegaron hasta el Señor del Cáliz. No se puede hacer mejor trabajo que el vuestro el Lunes Santo. La comunión entre cuadrilla, equipo de auxiliares y cómo no, nuestros hermanos de la Agrupación Musical de la Estrella de Dos Hermanas hacen que este proyecto en común, que es el Señor de la Cena, pueda tomar vida en perfecta armonía. Gracias a todos de todo corazón.
Y llegó El Jueves Santo… Llegó, por qué no decirlo, con sentimientos encontrados. Hay cosas que se llevan en el corazón y las lágrimas, nunca mejor dicho, aparecen. En cambio, desde que se realizó la igualá en la Basílica del Carmen nos sentimos absolutamente arropados y apoyados por todos los costaleros que hasta este año quisieron portar a la Sagrada Lanzada, los que quisieron comenzar esta nueva ilusión con nosotros y por supuesto, la junta de gobierno y su hermano mayor a la cabeza. Hicieron que sintiéramos que en el Carmen teníamos nuestra casa, y así lo han seguido demostrando cada vez que han tenido la oportunidad.
Ya en la primera cita supimos que había mimbres para trabajar, y todos pusimos de nuestra parte para que el esfuerzo mereciese la pena. Cada detalle que ha ido sucediendo, desde el nombramiento oficial de mi cargo como capataz hasta la desarmá que realizamos esta misma semana, ha servido para acercarnos de una manera especial al Santísimo Cristo de la Lanzada, recibiendo incluso el cariño de muchos hermanos anónimos de la cofradía que llenaron, más si cabe, de sentido mi Jueves Santo.
Necesito por tanto, y de manera pública, agradecer profundamente a todos y cada uno de los costaleros la entrega, la obediencia y el esfuerzo que realizaron para llevar, como ni yo mismo imaginaba, al Santísimo Cristo de la Lanzada. Los momentos más complicados, como son la salida o la recogida del paso, me lo hicísteis mucho más fácil, y supimos dar ejemplo de las cosas bien hechas, siempre buscando lo mejor para nuestra imagen, y para nuestra hermandad. Gracias de verdad.
Gracias a Martín Cortés y a toda su junta de gobierno por seguir confiando en nosotros para llevar a María Santísima de la Encarnación. Definir a esta cuadrilla es fácil y complicado a la vez. Podríamos decir que es una cuadrilla maciza, incluso una cuadrilla de locos… Pero no. El mejor adjetivo para ellos es que son costaleros que quieren a la Virgen, que son de la Encarnación, como nos gusta decir. A estas alturas ya empieza a pasar factura la semana y parece que llegasen más frescos que al principio. Es un lujo saber la calidad humana que maneja mi cuadrilla, y sé que la hermandad conoce el valor que tiene abriles las puertas a todos y hacernos sentir en casa. De ahí que mirar cara a cara a la Virgen en cada cita nos haga más fuertes a la hora de la verdad. Me siento muy orgullos de todos ustedes, gracias por la magnífica Madrugá que regalásteis a Jerez. Que el Santo Crucifijo os dé Salud para seguir así.
Y no puedo ocultarlo. Deseo que corran los días para encontrarme con Ella, Nuestra Madre y Señora de la Soledad. Simplemente indefinible. Eso es lo que siento cuando la miro a la cara, sólo Ella tiene capacidad para hacerme perder los sentidos, para darme fuerzas en los peores momentos, para enseñarme que las cosas son como son y tienen el lado bueno siempre, para enseñarme los que es el amor con mayúsculas. Pues estos, y no otros, son los sentimientos de todos y cada uno de los hombres que rodean a Nuestra Madre.
Tengo que darte las gracias, Álvaro de la Calle, por todo tu cariño, por apoyarnos en todo, a ti y tu junta de gobierno. Este año pusimos todo ese amor que tenemos, junta, equipo de mayordomía, amigos y mi equipo de auxiliares para que Nuestra Madre fuese mejor que nunca… Y lo conseguimos. Pero como siempre… “las cosas de la Virgen”. Virgen guapa y caprichosa, quiso ponernos a prueba. Gracias Madre… Sí, doy las gracias por poder comprobar cómo te quieren tus hijos, cómo el esfuerzo sin medida no importaba… Sólo importabas tú, sólo Tú, Soledad.
Gracias de todo corazón a Jesús Sánchez Lineros y a su equipo de mayordomía, así como al fiscal del paso de palio, que también supieron entregarse por entero para que la Soledad pudiese estar de vuelta en casa con total normalidad.
Pero sobre todo a ustedes, costaleros de Nuestra Madre de la Soledad, os tengo que decir que no puedo sentirme más orgulloso. Obedientes, hicisteis siempre lo que pedí, me animasteis para que no cayera, os dejasteis hasta el último suspiro… Y cuando se da todo, nada más se puede pedir. No hay mejores costaleros que ustedes por no se puede querer más a la Virgen que ustedes! Mil veces gracias, jamás olvidaré esa prueba de amor a la Virgen y esa fidelidad a vuestro capataz.
Y cómo no, a mi equipo, Pichaco, Nene, Cañadas, Picón, Holgado, Aguilocho, Valderas, Mauricio, Bola, Dori, Vegazo y a mi hijo Martín. A todos y cada uno de ustedes, gracias de verdad por aguantar lo bueno y lo menos bueno mío. Sé lo complicado que es trabajar conmigo por mis exigencia, pero sé que siempre dais lo mejor que tenéis, y sé cuánto os preocupáis por mí. Gracias de todo corazón, puedo presumir de equipo grande. Yo no sería nada sin todos y cada uno de los costaleros que mando y por supuesto sin todos y cada uno de ustedes. Gracias amigos.
… y este es fin del principio de tanta entrega y cariño. Quiera Dios y su Bendita Madre que nos mantengamos juntos fuera y dentro de los pasos.
GRACIAS A TODOS.
Martín Gómez Moreno.