Un nuevo 25 de noviembre asoma al calendario. Una fecha que desde hace años viene marcada con un color especial en recuerdo de las víctimas de la violencia de género y la reivindicación de la implicación de la sociedad en la erradicación de esta forma de injusticia y violencia que ataca de forma brutal a la mujer.
Todos los años se desencadenan manifiestos, llamamientos en los cuales trasladamos ese recuerdo y todo una serie de planteamientos ‘buenistas’, en muchos casos teóricos, que desgraciadamente chocan año tras año con la crudísima realidad del siguiente día. Y es que echando mano de los fríos datos, de las estadísticas de la deleznable violencia machista, no podemos por menos reconocer un importante fracaso en las políticas y planes puestos en marcha por las distintas administraciones para erradicar cualquier tipo de violencia física o psicológica contra la mujer, que se concreta en su posición desigual en la sociedad frente a los hombres. Porque fracaso es sin duda, sin ir más lejos, que el número de mujeres atendidas por maltrato se incrementase respecto al año pasado a la fecha actual en Jerez en un 24% (690 casos), un 17% más directamente por maltrato físico (421 casos). Fracaso es que nuestra sociedad siga generando maltratadotes físicos y psíquicos cada vez más jóvenes…Y muy mal se estarán haciendo las cosas cuando son los más jóvenes los que reproducen comportamientos de dominación y violencia… O cuando, en otro nivel de violencia, la pobreza se esté feminizando a pasos agigantados.
Desafortunadamente, y ojalá me equivoque, la percepción del actual estado de las cosas, me lleva a la conclusión de que el futuro no pintará mejor. Aún estamos muy lejos de lo deseable, y lo deseable es una relación de absoluta y total complementariedad entre los roles masculinos y femeninos. Muy al contrario, seguimos en una relación auxiliar del género femenino con respecto al masculino, y esto se plasma en todas las facetas de la vida, trabajo, política, cultura, familia….Y lo peor es que estamos asistiendo a un reforzamiento de las diferencias. Las políticas neoliberales y conservadoras que nos invaden como mágicas recetas contra la crisis van a provocar que las principales víctimas sean precisamente las mujeres. Y eso también es violencia. Esas políticas van a provocar el mantenimiento y reforzamiento de un estado de cosas que consagra la desigualdad, en un modelo cultural de agresión constante a la mujer.
Así el desmantelamiento del estado del bienestar en sus diferentes facetas puede provocar que el papel de la mujer en la sociedad vuelva a quedar relegado en mayor medida al ámbito familiar, y a mayores, si cabe, diferencias en los ámbitos laborales. Es decir, corremos el peligro de abonar el terreno cultural y social de manera favorable a la violencia contra la mujer en diferentes facetas. Después de años de esfuerzos legislativos en pro de políticas de igualdad, el gobierno del PP, el mismo que el día 25 emitirá manifiestos o se pondrá al frente de manifestaciones, aplicará recortes en los Presupuestos Generales del Estado en partidas como lucha contra la violencia de género, 27% menos para prevención general; o para la red de apoyo social de las mujeres víctimas de violencia, 20% menos; o para campañas de prevención de la violencia, un 70% menos. En total, en dos años de legislatura más de 8,5 millones de euros en recortes para la prevención y la lucha contra la lacra de la violencia machista.
Con el argumento de la crisis se están produciendo el desmantelamiento de instrumentos de lucha y organismos de igualdad en las comunidades autónomas. A nivel local en nuestra ciudad se ha eliminado la Delegación de Igualdad, pionera en su día en los ayuntamientos de toda España, quedando reducida a un simple departamento municipal. Pero es que hay otras formas de violencia y desigualdad que se expresan por poner otro ejemplo en el mundo laboral. Así, cuando la Reforma Laboral perpetrada por el PP castiga especialmente a las mujeres, siendo éstas las que sufren mayor precariedad laboral, son los sectores feminizados los peores remunerados, la brecha salarial ha aumentado entre hombres y mujeres y, finalmente, entre otras agresiones las mujeres siguen siendo quienes más tasas de desempleo soportan.
Todos estos ejemplos comportan formas continuadas de violencia de género contra las mujeres. Este nuevo 25 de noviembre, el día en que recordamos seguir batallando contra la violencia de género, son muchas las reflexiones que todos hemos de realizar, tanto desde un punto de vista individual, colectivo… y de nuestros gobernantes. Es preciso e imprescindible que esa reflexión individual y colectiva provoque que a partir de mañana o pasado mañana a más tardar las caretas de la hipocresía de todos dejen paso a la definitiva apuesta por la igualdad real y la lucha contra cualquier forma de violencia de género. En especial, es preciso un giro en el rumbo de las políticas de lucha contra la violencia de género, que conlleve un cambio en la concepción ideológica de la relación hombre-mujer, distinta absolutamente de las que actualmente se aplican. Todo lo que no sea eso supondrá seguir manteniendo modelos culturales, sociales y familiares favorecedores de cualquier tipo de violencia de género contra las mujeres, y de nada habrán servido los sacrificios, lucha y vidas de tantas mujeres a lo largo de décadas de historia.