Sucedió cuando el Martes Santo ya se había convertido en Miércoles, con el Señor de la Salud como testigo mudo desde su paso de salida, viendo desde la lejanía de San Lucas, a través de la reja, como le cantó Luis Lara a la Señora de San Mateo. Un quejío seco. Una garganta de metales bronceados. Un sabor a Jerez por sus cuatro costados, cuando la voz de Luis Lara rompió el silencio de la noche del Martes Santo.
La luna, ya casi llena, completó una estampa que comenzó con el palio del Desamparo llegando en silencio a la plaza en memoria de Paco Bazán, quien fuera hermano mayor de San Lucas, y se marchó con los sones de Valle de Sevilla hacia calle Cabezas, convirtiendo en magia uno de los momentos centrales de la Semana Santa jerezana.
Llegó el Desconsuelo a San Mateo, abrazada al dolor de San Juan… y encontró el bálsamo de Luis Lara. Un genio rendido en un balcón ante la grandeza de una dolorosa eterna.