“La cosa está fatal”, “tal y como está la cosa”, “a ver si mejora la cosa…” ¡Qué hartita estoy de escuchar hablar de ‘la cosa’! Porque en la calle, en la frutería, en la plaza de abastos, en el autobús… no hablamos de la crisis, sino de ‘la cosa’. Y yo me la imagino como un monstruo de siete cabezas, con los labios pintados de rojo chillón (por aquello del femenino), con la piel verde y rugosa de las pesadillas de la infancia. Lo malo es que ‘la cosa’, por mucho que abramos los ojos y nos pellizquemos los brazos, no desaparece con la luz del día. Pero, también como en los cuentos de nuestros primeros años, siempre había alguna bestia con corazoncito, que se enternecía ante los disgustos de las princesitas. Y acababa haciendo el bien después de tanto destrozo.
No tengo cifras, ni reacciones oficiales ni estadísticas y quizás alguien me tache de exagerada, pero sí he tenido la vista puesta en el centro de la ciudad, en sus calles aplastadas por el calor durante gran parte del día pero resucitadas al caer la noche. Poco a poco, a medida que iba desapareciendo el sol cada día, los jerezanos han salido de sus neveras particulares para ponerse -como pregona esta columna- al fresco. Y lo han hecho en los bares de tapas del centro, en los pubs, en sus plazoletas. En lo nuestro.
No hay que ser un lince para despejar la incógnita de la ecuación. ‘La cosa’ ha mordido nuestros bolsillos en los últimos meses hasta dejarlos en hilachas y la mayoría de nosotros ha optado por veranear en Jerez. Ya no hay parné para el piso en la playa ni para el viaje a París, pero sí se puede rascar algo para unas tapitas en la plaza Rafael Rivero, (con música en directo incluida), una copilla en la azotea del hotel Chancillería o un rico helado de naranja con chocolate en Soler.
Hace años daba miedo adentrarse en la calle Tornería, en la plaza Plateros o en Consistorio cualquier día del estío. Ni un alma se quedaba en la ciudad y mucho menos para salir por la noche. Este verano, afortunadamente, las terrazas de los bares han ocupado buena parte de las aceras y se han abierto nuevos negocios. ‘La cosa’, en este aspecto’, nos ha dejado una consecuencia positiva en Jerez, por pequeña que sea. Ojalá los hosteleros la hayan aprovechado bien y sigan haciéndolo en esta entrada del otoño. El monstruo de labios rojos tiene corazoncito, pero tampoco hay que fiarse del todo.