El que sigue es un viaje en el tiempo, una vuelta al pasado para reencontrarnos con la vendimia más artesanal que todavía se conserva en Jerez. Un recorrido, en definitiva, por un modo de hacer cada vez más minoritario, en un momento en el que el 70% de la recolección se realiza con cosechadoras mecánicas, pero que lucha por mantener viva una tradición que forma parte de la esencia de una tierra a la hora de recoger la uva y convertirla en unos caldos únicos.
Y es que a principio del siglo XXI todavía se pueden encontrar en Jerez algunas viñas donde obtienen el mosto tal y como se hacía más de un siglo atrás. REPORTEROS JEREZ ha sido testigo de ello en una viña de la carretera del Calvario donde la familia siempre se queda con un porcentaje de la recolecta de uva para la fabricación de su propia producción de mosto. El sábado vendimiaron una aranzada (4.472 metros) de viña, de la que van a obtener más de 3.500 litros de mosto gracias a una cosecha abundante y con una uva de gran calidad. El domingo llegó el turno de la pisa, una jornada con muchas horas de trabajo, que se desarrolló más o menos como sigue.
La uva ya estaba almacenada a las ocho de la mañana en las espuertas y el pozo que conecta con el lagar, ubicado en una casa de finales del siglo XIX, y que se había limpiado ya días antes. Las dos máquinas imprescindible para hacer este trabajo, la moledora o estrujadora y la prensa, ya estaban también a punto. Resultan especialmente llamativas, sobre todo si se tiene en cuenta que datan de principios del siglo pasado y todavía siguen funcionando año tras año. Pero lo que más llama la atención, sin duda, es ver cómo los propios miembros de la familia se van turnando en las diferentes labores para la elaboración artesanal del mosto.
El primer paso es pasar la uva a golpe de pala a la máquina estrujadora, que consta de una tolva de recepción y dos rodillos que giran en dirección contraria. Aquí se rompe el hollejo del grano de la uva para que se desprenda sólo la pulpa, sin llegar al centro de la misma, y se libere el primer jugo. En este proceso se obtiene aproximadamente el 70% del mosto, el considerado de yema y con el que se elabora el vino de Jerez, que va directamente a un estanque a través de canales hechos en el suelo. Una vez superado el filtro para que no entré nada más que el mosto, se aspira y se van llenando directamente las botas. Es la parte más rápida, aunque se ha tardado cuatro horas en moler toda la uva recolectada.
Mientras se ha realizado ese trabajo, la uva molida es apartada, ya que luego se pasará por la prensa, de donde se extrae el 30% del mosto. Se trata de un trabajo más laborioso, más lento y aún más artesanal, porque si bien la moledora se puede hacer funcionar manualmente, para agilizar el trabajo se ayuda de un motor de gasoil, la prensa solo se mueve girando la rueda con el esfuerzo humano. Este trabajo puede durar entre seis y siete horas. Con la prensa se separa el mosto de la uva del hollejo y la semilla y se debe hacer con una presión controlada para liberar el zumo sin romper la semilla.
A la vez que se realiza este trabajo en el lagar, fuera se van preparando las botas que van a albergar el mosto. Pero hay mas actividad en la casa, porque el especial y agradable olor de ese mosto de uva recién prensado se mezcla con el de una berza jerezana que se hace en otra parte de la vivienda, para que los que han participado en ese trabajo artesanal cojan fuerzas para continuar trabajando hasta casi la puesta de sol. Una labor dura, pero cuya recompensa es, sin duda, de las que merece la pena.