Un simple paseo basta para constatar que tras esa apariencia de zona residencial y con una ubicación privilegiada, se esconde todo un submundo de delincuencia a la vista de cualquier ciudadano. Nuestro paseo ni siquiera debe producirse a altas horas de la noche; a partir de las ocho de la tarde (en el caso de las que se dedican al oficio más viejo del mundo incluso antes), la avenida de México muda su traje de clase media-alta y jerezano ejemplarizante por el de dueño de la noche y de los vicios más condenados por la sociedad. Las prostitutas se exhiben por la avenida y calles colindantes, a veces en paños menores, como si de su propia casa se tratara; lo peor, no obstante, es todo lo que conlleva este negocio que deja tras de sí un rastro de narcotráfico, reyertas y alcoholismo difícil de borrar.

Las chicas ejercen su oficio en pubs con licencia para tomar una copa; lo que se haga dentro, como dicen las autoridades, ‘nadie lo puede controlar’. Sin embargo, los responsables no se molestan ni en ocultar lo evidente con las meretrices en la puerta y ese ambiente oscuro e inequívocamente provocador. En cualquier caso, su actividad es tan frenética que no solo cuentan con locales, sino también con pisos francos en lugares tan ‘aparentes’ como las Torres de Córdoba, donde estos negocios conviven con residentes resignados pero no por ello consentidores de la situación. De hecho, la presunta impunidad con la que se delinque en avenida de México no pasa desapercibida para ninguno de ellos, aunque casi nadie se atreva a denunciarlo públicamente por la mafias que, como aseguran, imperan en la zona e incluso han amenazado a los residentes en alguna ocasión.

A pesar de ello, Reporteros Jerez ha conseguido hablar con uno de ellos, que ha preferido permanecer en el anonimato. Como él mismo ha confirmado, han sido muchas las veces que los afectados han puesto en conocimiento del Ayuntamiento su profunda inquietud al respecto, sin haber conseguido hasta el momento ninguna actuación determinante que ponga freno a lo que se ha convertido esta parte de la ciudad. “El problema de la prostitución lleva intrínseca una grave delincuencia -explica-. Aquí hemos tenido peleas con pistolas, navajazos, venta de alcohol a menores… La inseguridad es total. Yo me he llegado a topar con un tío que huía de la Policía bañado en sangre. En cuanto a las prostitutas, en el piso franco que tienen hacen la calle desde la diez de la mañana. Los niños van al colegio y se las encuentran en plena calle medio desnudas. Esto se tiene que acabar”.

Para este perjudicado, como para muchos de los que se sienten agraviados por ello, la solución pasaría por habilitar espacios fuera del casco urbano, o al menos de zonas residenciales, donde se pudiera ejercer la prostitución sin necesidad de alterar la vida diaria de los vecinos. Algo que, según el entrevistado, resulta muy dificil pues no deja de ser “una cuestión política”. “Aquí mandan a policías pero nunca es suficiente. El problema es que esos lugares tienen licencia, un permiso que además se lo da el Ayuntamiento. Por aquí hay un bar con licencia para copas, que ahora se está dedicando a servir comidas y nadie controla eso; es un descontrol absoluto. Por otro lado, se trata de un negocio que mueve muchísimo dinero”.

UN CENTENAR DE INTERVENCIONES POLICIALES AL MES

Cuando acudimos a la otra cara de la moneda, nos encontramos con que la Policía Local tiene contabilizadas un centenar de intervenciones al mes en la avenida de México y sus alrededores. Los controles son continuos, como también los de la UPR (Unidad de Prevención y Reacción de la Comisaría), que en ocasiones protagoniza operativos conjuntos con los funcionarios municipales. ¿Qué ocurre entonces, para que la delincuencia siga campando a sus anchas? Las fuentes consultadas reconocen que a nivel preventivo poco se puede hacer, salvo identificar continuamente a los transeúntes con apariencia ‘sospechosa’ y organizar controles de manera sorpresiva. Más allá de eso, como se ha señalado los pubs cuentan con licencia y resulta muy complicado probar que en ellos se realizan actividades delictivas.

Lo curioso es que resulta de sobra conocido por todos la existencia de comercios, por ejemplo, que venden alcohol a partir de las diez de la noche y a menores de edad, a pesar de estar absolutamente prohibido. También existen otros bares, con nombres y apellidos, a los que el que lo desee puede dirigirse para comprar y consumir estupefacientes. El propietario del antiguo Kangaroo y el Koyote Pub, sin ir más lejos, fue condenado hace unas semanas por traficar con droga en ambos negocios, donde se ejercía tal actividad “de manera continuada”, según el fiscal.

Con todos estos datos sobre la mesa, la solución al problema parece compleja. Una de las posibles alternativas pasaría por la creación de una ordenanza municipal, que siguiendo la estela de otras ciudades como Sevilla persiguiera no tanto a la prostitución en sí, sino a clientes y proxenetas. Eso es lo que piden los vecinos y lo que llevan demandando desde hace un año, sin que nadie termine de tomar cartas en el asunto. Mientras, intentan continuar con su vida de la forma más normalizada posible, aunque reconocen que tienen el miedo en el cuerpo y que más de uno se ha planteado abandonar la zona. ¿Quién ganará la batalla? ¿Serán los proxenetas los que acaben ‘echando’ a los ciudadanos? El gobierno local no podrá permanecer impasible para que llegue un final, que aún está por escribirse.