Son cada vez más, y lo peor es que muchos dudan de que el sistema esté preparado para afrontar las peculiaridades de estos ‘nuevos delincuentes’. De un tiempo a esta parte, parecen haberse multiplicado las personas que delinquen y a las que se les diagnostica una enfermedad mental, lo que obliga a que se les trate de una manera concreta teniendo en cuenta su especificidad. Fuentes de la Fiscalía han confirmado a este medio que en los últimos años se ha producido un aumento más que considerable de delitos cometidos por enfermos mentales que para colmo reinciden una y otra vez sin que nadie termine de solucionar el problema. Esta circunstancia, no obstante, no resulta casual: detrás de todo ello se esconde una explicación tan simple como el hecho de que la droga haya influido decisivamente en la aparición de este fenómeno.
Mauricio Lorente es médico forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz y profesor del departamento de Medicina Legal de la UCA. Como ha explicado a este medio, mientras que hace no mucho la heroína era la reina del consumo, ahora la cocaína se ha alzado como líder indiscutible con todo lo que ello conlleva. “Mientras que la heroína producía un efecto de somnolencia y en grandes dosis, claro está, podía provocar la muerte, la cocaína lo que produce son conductas agresivas que mezcladas con alcohol son aún más peligrosas y provocan una tremenda impulsividad. Como consecuencia de ello está el cocaetileno, un compuesto que se forma en el cuerpo y y que es como una bomba. Muchas veces ése es el origen de conductas de violencia de género, robos, peleas y desafíos a la autoridad, que es lo que más se está dando”.
En este sentido, una de las cuestiones que más preocupa al profesional es la tolerancia social que este tipo de consumo está originando, asociado cada vez más a lo lúdico y que desafortunadamente acaba provocando un trastorno mental incluso en personas muy jóvenes. Esto da lugar, a su vez, a otro problema de tipo asistencial y legal. Como argumenta Lorente, la merma en las capacidades mentales puede conllevar hasta la inimputabilidad, que surge cuando alguien no sabe lo que hace o no puede controlar sus impulsos. En estos casos extremos, el sistema cuenta con los centros psiquiátricos penitenciarios donde los delincuentes son ingresados y se les trata según su trastorno. Pero, ¿qué sucede con el resto de casos?
¿Están desamparados?
Aquí es donde surge la controversia. Según el especialista, la ley recoge un régimen judicial diferente para estas personas, empezando por que el juez les puede suspender la condena por un tiempo mientras les exige que se sometan a una terapia. En los delitos más leves, incluso, la pena directamente puede ser sustituida por otras medidas que incluyan por ejemplo un tratamiento farmacológico. La dificultad se presenta cuando estos enfermos no tienen quién les haga un seguimiento y se cerciore de que cumplen con lo pactado; también puede suceder que aún disponiendo de ese apoyo, las personas de su alrededor se vean incapaces de tutelar hasta ese punto a un adulto.
Éste fue el caso, por ejemplo, de un chico marroquí recién salido del centro de menores que no hacía sino delinquir una y otra vez, a través de hurtos y delitos no graves. El joven tenía diagnosticada una enfermedad mental, por lo que la cárcel no era preceptiva, pero tampoco en libertad lograba seguir un tratamiento. Ante este tipo de coyunturas, el doctor Lorente reconoce que quizá aún no se haya dado en el clavo para solventar el problema. Antiguamente existían los llamados manicomios, que a su juicio suponían una forma cruel de aislamiento de los enfermos, que en ningún caso les beneficiaba. Hoy en día, estos centros no existen pero el ‘libre albedrío’ en el que parece dejarse al paciente tampoco resuelve el problema. De momento, la solución continúa en el aire.