Nos acostumbramos a lo bueno de tal manera, que en poco tiempo acabamos por denostarlo. Si hace unos años nos hubieran dicho que la Virgen de la Esperanza, esa bella dolorosa que ha cautivado el corazón de algo más que su barrio, iba a pasearse por Jerez para recoger en la Basílica de la Merced la Medalla de Oro de la ciudad, hubiéramos pensado que era materialmentee imposible. Hoy, sin embargo, es una realidad. Una realidad tangible y contrastada, lejos de rumores o de decisiones unilaterales. Han sido los hermanos de la Esperanza los que han decidido, con voz y voto, que la Virgen vaya a la Merced. Han sido sus hermanos, también en cabildo, los que han querido que se corone canónicamente. Son los mismos hermanos que aplaudieron a rabiar cuando José Mazuelos decretó la coronación canónica, o los que llenaron San Miguel hace escasas fechas regalando Esperanza a todo el que quiso acercarse a la vieja catedral del barrio flamenco…
Me pregunto, a veces, quién somos nosotros para saber más que la Esperanza. Para saber más que Dios sobre sus cosas… Si Bertemati ha aprobado la salida… Si la alcaldesa ha concedido la Medalla de Oro de Jerez a la Esperanza… Si sus hermanos han querido que todo esto sea así… Y si Ella llena cada rincón de su pueblo cuando asoma su media sonrisa… De verdad, quiénes somos nosotros…
La Esperanza va a la Merced a recoger una distinción singular, la máxima que concede el Ayuntamiento. Y lo hará en un pontifical presidido por el obispo diocesano, y con la presencia de la corporación municipal en pleno para aprobar el reconocimiento. La Esperanza va a la Basílica de la patrona de la ciudad para convertirse, por unas horas, en la Esperanza de todos. Y por más vueltas que le doy, no consigo comprender el enfado de alguno, cuando además, hace unos años, entrar en la Merced era casi misión imposible, y hoy es una posibilidad cercana gracias a la labor de los padres mercedarios.
Sinceramente, la Esperanza debería ser siempre lo último que se pierde. Lástima que muchos, todavía, no sepan mirarla a los ojos… Igual, cuando vaya a la Merced, Ella obra el milagro.