El recién rehabilitado cementerio de la Sauceda, situado en el término de Cortes de la Frontera (Málaga) ha sido este sábado el escenario del homenaje a las víctimas de la represión fusiladas sin formación de causa en el Valle de la Sauceda en el otoño-invierno de 1936-37. En este acto, organizado por la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo de la Sauceda y el Marrufo y el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, en colaboración con la Junta de Andalucía y la empresa Festina, se procedió al entierro digno de las 28 víctimas cuyos restos fueron exhumados este verano de fosas comunes de la finca del Marrufo, ubicada en las proximidades aunque en el término de Jerez, en el límite con los de Ubrique, Jimena de la Frontera y Cortes de la Frontera, en la confluencia de las provincias de Cádiz y Málaga.
La ceremonia, que contó con una muy nutrida asistencia de público que llenó por completo el recinto, lo abrió el presidente de la asociación de familiares, Andrés Rebolledo Barreno, quien dio la bienvenida a los asistentes e invitó al alcalde de Cortes, Antonio Granero González, y al director general de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía, Luis Naranjo Cordobés, a que descubrieran una cerámica conmemorativa instalada en el centro del cementerio con la siguiente leyenda: “Valle de la Sauceda. Donde talaron vidas, sueños e ilusiones retoñan la memoria y la justicia”.
Seguidamente hizo uso de la palabra el alcalde de Cortes, quien señaló que este acto era una deuda que estaba pendiente en el valle de la Sauceda.
Por su parte, el director general de Memoria Democrática expresó que éste era un día histórico y consideró que las víctimas fueron al mismo tiempo “resistentes”. Además, encomió todo el proceso de investigación y exhumación desarrollado este verano en el Marrufo, al que calificó de ejemplar.
Por su lado, Andrés Rebolledo leyó un emotivo manifiesto. Tras su lectura, se desarrolló la ceremonia de entierro digno de las 28 víctimas exhumadas en El Marrufo. En un ambiente de gran emoción y respeto, distintos familiares y colaboradores portaron las cajas en las que se depositaron de manera individualizada cada uno de los cuerpos, a los que se ha dado una numeración correspondiente con la ficha elaborada por los antropólogos físicos. Estas cajas fueron introducidas en un modesto mausoleo recién construido para esta finalidad. En la fachada de esta construcción se ha colocado una cerámica con los nombres de medio centenar de personas que fueron fusiladas en el Marrufo y su entorno próximo y que han podido conocerse gracias a los testimonios personales de sus descendientes y a documentación de archivo.
Estos restos humanos fueron exhumados durante las excavaciones arqueológicas dirigidas en los meses de julio a septiembre por el arqueólogo Jesús Román Román. Fueron localizados en siete fosas comunes en la finca de El Marrufo.
Estos cuerpos fueron trasladados a primera hora de la mañana al cementerio desde la Casa Verde de Jimena, donde los antropólogos físicos Juan Manuel Guijo y Juan Carlos Pecero han efectuado los últimos estudios científicos, complementarios de los realizados a pie de fosas.
Tanto de estos cuerpos como de distintos familiares se han extraído muestras para la realización de las pruebas de ADN, tarea que se está realizando en el laboratorio NBT de Bollullos (Sevilla).
La historia
Cabe recordar que estos restos humanos corresponden a personas que fueron enterradas clandestinamente en el mencionado cortijo, tras ser éste ocupado a comienzos de noviembre de 1936 por cuatro columnas sublevadas contra la República en una acción combinada. Previamente, la Sauceda y El Marrufo se habían convertido en el último lugar de resistencia republicana, como refugio de cientos de familias residentes y de otras muchas procedentes de distintos núcleos de los alrededores (Jimena, Cortes, Algar, Alcalá de los Gazules, San José del Valle, El Mimbral, Ubrique), que huían del avance de las tropas rebeldes. Tras ser tomado, El Marrufo se convirtió en un acuertelamiento al mando del jefe de la Guardia Civil de Ubrique, José Robles Alés, que hizo de esta finca un centro de detención, tortura y fusilamientos. La combinación de testimonios orales de descendientes de las víctimas y de investigaciones de archivos indica que en todo el Valle de la Sauceda (entorno en el que se ubica el Marrufo) pudieron ser fusilados sin formación de causa varios cientos de personas entre principios de noviembre de 1936 y finales de febrero de 1937.
El proyecto de exhumación de las fosas del Marrufo estuvo coordinado en su conjunto por Andrés Rebolledo Barreno, presidente de la asociación de familiares, con Fran Gómez como adjunto, y el equipo técnico lo formaron Jesús Román Román, coordinador de las actuaciones arqueológicas; Juan Manuel Guijo, responsable del estudio antropológico físico; Manuel Castro Rodríguez, responsable de los trabajos topográficos; y Fernando Sígler Silvera, coordinador de las investigaciones históricas.
Las obras de rehabilitación del cementario de la Sauceda (que había quedado en desuso en la década de los años sesenta del siglo XX) han sido financiadas por el grupo Festina.
Este proyecto tendrá su continuidad con la edición de un libro, la realización de una exposición itinerante y la construcción de la Casa de la Memoria en Jimena.
Además, la iniciativa de localización de nuevas fosas comunes tendrá su continuación en 2013, una vez que la Dirección General de Memoria Democrática confirme la resolución provisional de concesión de subvención al Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar, que presentó un proyecto de localización de fosas y, en su caso, de exhumación, en el valle de la Sauceda.
Para terminar, Andrés Rebolledo leyó un poema escrito por Luis García Bravo, en el que se alude al acebuche que preside la zona de donde fueron exhumadas las víctimas de El Marrufo.