Querido Pablo
Te escribo estas líneas porque me siento con la confianza de comentarte algunas cosas que, humildemente, creo que te podrían interesar a ti y a mucha gente de nuestra promoción.
No te conozco, pero tú eres del 78 y yo del 76, niños de la democracia, de los que conocimos de oídas las penurias del régimen, de los que crecimos con la ilusión de un país mirando al futuro bajo el amparo de unos padres que trabajaron mucho para darnos lo que ellos no tuvieron. Gente normal, gente trabajadora. No pasamos hambre y nunca nos faltaron un par de zapatos.
Nuestra generación no sufrió una infancia penosa, no tuvimos de todo como tal vez hoy, pero ni por asomo vivimos lo que nuestros padres o abuelos. Quizás eso nos mal acostumbró; pensamos que todo debería ser más fácil y eso ha generado expectativas incumplidas. Al fin y al cabo, todos esos padres y madres, los tuyos, los míos y los de tantos otros, son los que han trabajado durante años para que tú y yo seamos lo que somos. Eso no deberíamos olvidarlo, aunque nunca cogiésemos con la mano aquellos sueños que nos prometieron cuando éramos pequeños. Aunque, sin duda, tengamos que renovar muchas estructuras, sistemas y procedimientos. Pero todo ello, querido Pablo, con el debido respeto.
Ante todo quiero felicitarte por el gran éxito que estás cosechando en los medios de comunicación y en las encuestas. Has tenido la inteligencia y habilidad de captar el descontento de mucha gente por la corrupción de unos pocos, de remover la conciencia de los sueños no alcanzados, de la frustración laboral de una generación temporalmente castigada por la crisis, el agobio de las altas cuotas de hipotecas y de la incertidumbre por el futuro de nuestros hijos pequeños. Es cierto que no propones nada verosímil, pero parece que de momento eso es lo de menos, y todo esto tiene su mérito. Sin duda, pasarás a la historia de este país.
Sin embargo, creo sinceramente que faltáis al respeto de forma innecesaria a muchas personas con vuestros mensajes. Por un lado, queréis dar la sensación de que sois los únicos que habéis pasado por la Universidad pública y que el resto son unos ineptos y unos aprovechados. Y por otro, y más grave, que creéis que el ser universitarios es lo único que os da la credibilidad de honradez y de gestión.
En política, además de la formación, es fundamental la honradez y la vocación. Y eso, querido Pablo, no se aprende en la universidad ni en un laboratorio. Muchos de mis compañeros han salido a defender sus ideas incluso con la amenaza de que les dieran un tiro en la nuca, sin recibir nada a cambio y, mientras, tú y yo paseábamos nuestros apuntes tranquilamente por el patio de la facultad. Eso que es inexplicable, eso que no es nada científico, eso es la honradez y eso es la vocación, y los que estamos en esto por vocación es más difícil que caigamos en la trampa de la corrupción. Revísate eso tú y tus colegas, y cuando quieras hablamos de currículum.
Por otro lado, creo que estáis jugando de forma despiadada con la ilusión de la gente. Sabes de sobra que no tienes soluciones y que tus recetas han fracasado en otros países que las han aplicado. Simplemente no funcionan y, sin embargo, quieres hacer creer a las personas más necesitadas que sois los salvadores y prometéis bienestar sin esfuerzo y sin trabajo. Yo sólo conozco una receta: no robar, no mentir y trabajar mucho y con inteligencia para solucionar problemas. Es lo que nos han enseñado desde pequeños. Los mandamientos de un trabajador honrado.
No te puedo desear lo mejor en tu andadura política porque creo firmemente que sería malo para mi país, y respecto a esos supuestos privilegios de los que siempre hablas, te puedo decir que no nos interesan y que nuestro objetivo no debe ser otro que solucionarle problemas a los ciudadanos. Ya verás que una cosa es subirte al estrado del Parlamento Europeo o disertar en un claustro, y otra muy distinta es bajar a la calle.
Los españoles te han utilizado para lanzar un mensaje, pero son sabedores de que estas interpretando un papel que ni tú mismo te crees, que no vives de acuerdo a lo que predicas y que lo que menos necesita España ahora es a un tipo como tú.
Honradez, decir la verdad y mucho trabajo es el único secreto que conocemos los españoles. Los mandamientos del trabajador honrado y que, entre todos, tenemos la obligación de aplicarlos con rigor en la vida pública y renovar lo que sea necesario, con respeto.
Un saludo.
Antonio Saldaña Moreno