Angel Rodríguez Aguilocho pregonó ayer las Glorias de María, y lo hizo en la iglesia de Santo Domingo. Arropado por sus amigos, por el Consejo, por la propia Archicofradía del Rosario, organizadora del evento, por su hermandad del Rocío… Arropado por todos, pero aferrado a la soledad de un atril que, en muchos momentos de la noche, se pareció muchísimo al que se dispone cada Domingo de Pasión, en un conocido teatro jerezano. Un pregón de bandera, en el que la prosa y el verso se fusionaron sin estridencias, ya que así es el propietario de cada décima o párrafo que jalonaron un pregón de las Glorias que, pese a la dificultad de su temática, concentró anécdotas, historias y vivencias propias y ajenas a un pregonero al que, desde hace tiempo, muchos esperan en otras tablas distintas a las de ayer.
Todo comenzó a las nueve de la noche, con la sorpresa de que la iglesia de Santo Domingo registraba un estupendo aforo para la ocasión. Sorpresa, porque en muchas ocasiones este tipo de actos apenas si concentran a unas decenas de personas… Este simple detalle ya reflejaba la personalidad del pregonero, hombre amigo de sus amigos, querido por todos y admirado por muchos más. Su historial laboral y cofrade, actual tesorero de la Unión de Hermandades, hermano de la Soledad, Rocío o Santo Crucifijo, capataz del Señor Caído, trabajador de banca y tantas otras cosas que sería imposible enumerarlas aquí fue descrito con una prosa elegante y bien compuesta por el secretario del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Joaquín Bernal Benítez. Tras la acertada presentación, llegó el turno de Rodríguez Aguilocho que, saltándose el protocolo, quiso acordarse del hermano mayor de la Archicofradía, Manuel Vallejo, que se encuentra convaleciente de una dolencia. El pregón, por tanto, fue para él.
Andalucía se postra a los pies de la Virgen, por eso esta tierra es la de María Santísima, y así lo quiso hacer ver el pregonero en un primer romance bellísimo, en el que devociones tan importantes como la Angustias de Granada, la Virgen de la Cinta, de Huelva o los Reyes de Sevilla aparecieron puestas por Dios en el Génesis para buscar un hogar para su Madre. “… y así se escribió esta historia… / La historia que describía / cómo Dios creó esta Tierra / y le puso Andalucía / con la importante función / de ser defensa y bastión / de las Glorias de María.” Tras este vibrante comienzo, Aguilocho expuso sus vivencias con la Virgen, principalmente con la Virgen del Rocío, de la que es romero por mayo, y con la Virgen de la Merced, de la que es costalero en septiembre, “aunque esas dos devociones bien merecen un capítulo aparte”, afirmó el orador.
Engrasó el pregonero los folios de su pregón agarrado a sus recuerdos, esos que le llevaron desde chico, gracias a su madre, siempre a ella, a procesiones tan dispares como la Pastora de Capuchinos, o la Virgen del Carmen, cuando Jerez no contaba apenas con hermandades de gloria, y la Semana Santa acababa el Domingo de Resurrección, volviendo por julio cuando Jerez se hace marinera con el Carmen. En esos recuerdos, apareció el Rosario de Capataces y Costaleros, gracias a la antigüedad de Angel en la Soledad, sede canónica de la Iglesia de la Victoria, teniendo en esta parte del pregón un bonito recuerdo para dos personas que ya no están entre nosotros, Diego García de los Santos y Mariano Ramírez. Y el pregonero, tras nombrar la mayoría de procesiones de gloria que salen a la ciudad (una incluso en el mismo momento del pregón, el Rosario del Beaterio), se centró en las advocaciones de las mismas para componer unas hermosas décimas en las que aseguraba que Jerez defiende el nombre de María por encima de otras circunstancias de su propia historia.
La parte más personal del pregón llegó a partir de este momento, ya que Aguilocho se concentró en las pequeñas historias que componen una salida procesional. Historias que nadie sabe, pero que todos conocen… Nombres y apellidos sepultados bajo una marcha, en cualquier esquina, mirando un simple faldón… El pregonero, con una elegancia infinitiva, desveló que la marcha Amargura suena en la calle Molineros cuando pasa el Rosario de la Yedra para aliviar la soledad de un niño que siempre soñó con ser costalero en dos sonetos inolvidables, rotundos, que fueron recibidos con un aplauso sincero por el público que llenaba Santo Domingo. Las historias de Angel, esas que guarda siempre en el cajón de la memoria, se iban fundiendo unas con otras, acercando de esa manera el pregón a quienes desde el principio estaban entregados con unos folios tremendamente accesibles, justo lo que ahora más se demanda en este tipo de actuaciones.
MINICUENTO
El pregón, buscando ya su final, encontró acomodo en un minicuento, especialidad de Angel Rodríguez Aguilocho, que dedicó un romance precioso a la Virgen del Carmen, recordando el momento en que Jerez se hizo pueblo marinero para regalarle su corona de oro a la Reina del Carmelo. Una preciosidad de versos que, perfectamente recitados, fueron dando lustre a un pregón que ya buscaba sus letras finales, esas en las que el Rosario de los Montañeses debía ser el único protagonista por ser el anfitrión del pregón… Pero no. Hasta en eso fue novedosa la propuesta de Aguilocho, ya que se recreó en la iglesia de Santo Domingo, como vértice de un triángulo de fe que custodía a la Virgen María en tres advocaciones muy acusadas como son Consolación, Rocío y Rosario de los Montañeses. Esta parte del pregón sirvió para recordar los esplendores de la Virgen de Consolación, una de las devociones más importantes que siempre tuvo Jerez, hoy en el olvido, y para recordar a la Virgen del Rocío, actual devoción gracias a la presencia de la Real Hermandad en la iglesia de Santo Domingo.
Y también sirvió para que los versos finales fueran una oración piadosa a la Virgen de Rosario de los Montañeses, la que reza día y noche por nosotros agarrada a las cuentas del Rosario. Las décimas (qué bien las compone Aguilocho), sirvieron de nuevo para glosar la eterna presencia de la Virgen en la historia de Jerez, y cómo ahora, en los momentos de necesidad, son más necesarias que nunca las oraciones frente a Ella. “Mi oración grita con fuerza / al final de este pregón. / Que mi pueblo sea, por Dios / capaz de alzar la cabeza. / Que la fe, nunca la pierda / por salir de este calvario… / Por eso ruego a diario / y pido a vuestra merced… / que nunca olvide a Jerez… / las cuentas de tu Rosario.”
Y así terminó un pregón que, en algo menos de 45 minutos, – hasta en eso tuvo medida el pregonero -, desgranó con acierto las devociones gloriosas de la ciudad. Una pena que el pregonero sea miembro del Consejo al no entrar así en las quinielas del pregón de 2014, aunque bien hará en agarrarse a ese cargo para evitar el Villamarta… Porque ayer quedó bien claro que es uno de los hombres que llenarían de ilusión, sin ningún tipo de problemas, los corazones de los cofrades en un Domingo de Pasión.