Belén Gómez tiene 39 años y la vida cercenada por una enfermedad de la que nadie encuentra cura. Esta jerezana ha relatado en primera persona el infierno que vive desde 2002, fecha en la que empezó la implantación de antenas de telefonía móvil que ha ido complementada tecnológicamente con la aparición del wifi, multiplicando progresivamente los efectos nocivos sobre la población. Ella es un claro ejemplo de una realidad negada por las autoridades, como se lamenta, con la que sin embargo ha de convivir día a día: el síndrome de hipersensibilidad central o, lo que es lo mismo, la hipersensibilidad a los campos electromagnéticos. “Todo empezó en 2002, cuando colocaron una antena de telefonía móvil en la avenida San Juan Bosco, cerca de mi casa. Entonces comenzaron los dolores fuertes de cabeza y las náuseas, que fueron aumentando hasta que los síntomas se extendieron con una debilidad física extrema”. Leer noticia completa