Si llueve de manera intensa el temor es grande; si soplan ráfagas de viento el miedo puede llegar a ser aún mayor. El otoño y la llegada inminente del invierno no dan tregua a los vecinos de los pisos apuntalados de La Asunción, que hace un mes y medio arrancaron la promesa de una intervención de urgencia por parte de la Junta de Andalucía y, hasta el momento ni una sola piedra se ha levantado. Lorena Velarde, portavoz de los afectados, llegó incluso a acampar varias noches seguidas a las puertas del Ayuntamiento junto con otros vecinos, hasta que la promesa del delegado provincial de Vivienda, Manuel Cárdenas, le hizo desistir en su empeño. Ahora, sin embargo, la falta de intervención ha mellado su ánimo y se pregunta si aquello no sería una estrategia más para desmontar la protesta y la continua aparición de los perjudicados en los medios.
“Dejamos la acampada porque nos aseguraron que en quince días empezarían las obras -recuerda Lorena-. Luego nos dieron largas porque faltaban papeles y comenzaron a decirnos que la semana que viene, y así sucesivamente. El 14 de noviembre nos dijo Cárdenas que por fin se iban a hacer, y ahora resulta que falta una firma. De esto hace ya mes y medio y nos parece todo un cachondeo. Estamos desesperados, porque llevamos así seis años“. Mientras continúa la espera, los vecinos colocan barreños en varios puntos del edificio ante la aparición de goteras, al tiempo que los ‘exiliados’ por el peligro de las viviendas apuntaladas siguen sin poder acceder a éstas, cuya estabilidad física pende casi literalmente de un hilo.
Para colmo de males, Lorena asegura que la última vez que ha llamado a la puerta de la Junta le han asegurado que no podían facilitarle mas información al respecto, lo que aumenta su desconcierto. “No pasa nada aquí porque Dios está con nosotros… Dicen que las cosas de palacio van despacio, pero no pueden olvidar el tiempo que llevamos esperando y el riesgo que corremos”. Como se recordará, los residentes de la última planta tuvieron que abandonar sus inmuebles por riesgo de derrumbe, lo que también supone un peligro añadido para los del resto del edificio. Los recortes presupuestarios frenaron las obras, hasta que las autoridades han comprendido que algunos arreglos constituyen una verdadera y urgente necesidad para los ciudadanos. Solo cabe esperar que esa premura se haga realidad y no haya que lamentar daños mayores