Una mujer se quejaba a una amiga que había ido a verla de lo desaliñada que era una vecina suya. “¡Tienes que ver cómo lleva de sucios a los niños… y cómo tiene la casa! Es una desgracia tener que vivir con un vecindario así… Echa una mirada a la ropa que tiene tendida en el patio y fíjate en las manchas negras que tienen esas sábanas y esas toallas…”

La amiga se acercó a la ventana, miró hacia fuera y dijo: “A mí me parece que esa ropa está perfectamente limpia. Lo que tiene manchas son tus cristales”.

Esta breve anécdota no es más que un ejemplo de cómo los seres humanos valoramos las situaciones que vivimos día a día, sin tener en cuenta el cristal a través del cual obtenemos la información.

Mucho más complejo es todo cuando estas valoraciones son políticas.

Este fin de semana pasado se ha desarrollado en la ciudad de Jerez el Gran Premio de Motociclismo. El balance no puede ser más positivo: importante impacto económico en una zona especialmente castigada por el desempleo y la depresión económica, espectacular balance de participación y deportivo, escasa incidencia de accidentes… Todas buenas noticias.

Además, también ha servido para que un puñado de políticos que han criticado durante años la construcción y el desarrollo de este acontecimiento internacional en la ciudad, uno de los mayores eventos deportivos del mundo, lo vean ahora desde un cristal diferente: desde un cristal recién limpio y sean capaces de reconocer todas las bondades de la decisión llevada a cabo en los años 80 de INVERTIR en este magnífico proyecto.

Y por supuesto, no hayan tenido ningún tipo de pudor en hacerse las fotos de turno en lugares estratégicos y privilegiados de esta instalación pública, luciendo palmito y presumiendo sin hablar ya de derroche, de despilfarro, de mal gasto, obra faraónica… entre otras lindezas que durante años han marcado los discursos de los adversarios políticos.

La apuesta por el Circuito de Jerez en la ciudad fue decidida, valiente y por supuesto, acertada. Fue una de las mejores inversiones que se ha realizado en la ciudad y sus frutos se están recogiendo año a año, frutos sembrados a raíz de la “locura de unos pocos” que supieron ver sus bondades y la forma de colocar a Jerez en la cima del mundo del motor. Por no hablar de que ese camino, visionario si me apuran, fue emprendido en solitario por los jerezanos con su alcalde liderando, sin apoyos externos de otras administraciones que esperaron décadas para apuntarse a subirse al carro, ya fuese de dos o cuatro ruedas. Ese canon que paga ahora la Junta de Andalucía, sin ir más lejos, por la celebración del MotoGP siempre lo asumió en solitario el Ayuntamiento de Jerez, o sea todos los jerezanos, pese a que el Circuito beneficiaba a toda la provincia y a toda la región andaluza. Sólo con que hubiese pagado ese canon durante los primeros 20 años de Mundial de Motos, la deuda municipal se reduciría drásticamente en 120 millones de euros. Pero claro, no podían permitir que Jerez capitalizase este proyecto, que la quinta ciudad de Andalucía en población ocupara su lugar en el mapa política y administrativamente hablando.

Teniendo en cuenta que cada uno valora las cosas según con el cristal con el que se mira, hemos de saber que hay que ser más respetuoso, más justos y más rigurosos cuando se habla de legado porque el Circuito de Jerez también es HERENCIA RECIBIDA, BENDITA HERENCIA. Y al final, en la última curva, lo que queda meridianamente claro es que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio.

Rocío Montero (Concejal de Foro Ciudadano de Jerez)