Lo que en principio parecía un homenaje a una artista de Jerez se acabó convirtiendo, en tiempo, en un festival veraniego. La verdad es que en estas cosas lo de menos es lo que dure, y como sucedió, toda vez que la realidad es que el flamenco se vuelca con los suyos y esto es lo que importa. Ya sea por el cariño de a quién se homenajea, por el interés suscitado o por compartir escenario con figura de lo jondo, pero bien es verdad que la noche de ayer Jerez se volcó con los suyos. Y no sólo a nivel artístico. El público respondió como se merece la homenajeada y como se merece el flamenco. Suele ser raro que un Teatro Villamarta se llene fuera de la temporada de la muestra flamenca de baile de febrero-marzo y máxime si la práctica totalidad del público es local.
En los últimos años he presenciado varios homenajes póstumos. El primero de ellos fue hace unos seis o siete años a Luis de la Pica. Un campo de fútbol lleno hasta la bandera del corner para rendir tributo a un cantaor. Después vino el homenaje a Terremoto y a Moraíto y ahora La Chaty.
La sobrina de La Paquera de Jerez estuvo presente en forma de imagen a espaldas de la gran cantidad de artistas que pisaron el Villamarta a lo largo de la larga noche, valga la redundancia. No es normal acudir a este espacio y permanecer cerca de seis horas sentado en la butaca (con un descanso de quince minutos) para un homenaje. Es más, tampoco lo es en un festival flamenco veraniego, al menos, de los últimos años. Lejos de criticar el inacabable minutaje del homenaje la ocasión lo merecía.
Por iniciativa de su sobrino, el cantaor Jesús Méndez, y de la empresa SoloXarte, me atrevo a decir que fueron más de cincuenta artistas lo que fueron pasando y pisando las tablas del Villamarta.
Uno tras otro, con la mejor de las intenciones, dejaron su impronta cuando tuvieron ocasión, tras un inacabable discurso de presentación del primer maestro de ceremonias Pepe Marín.
Como no podía ser de otra manera principió el sentido homenaje el propio Jesús Méndez con la guitarra de Manuel Valencia por bulerías. Fue breve, como deberían haber sido el resto de participantes, y se deshizo cantando por bulerías con letra especial para la protagonista.
Aunque insisto en que en este tipo de recitales/homenajes lo de menos es valorar las diferentes actuaciones, es digno de reseñar que lo poco gusta y lo mucho cansa.
Tras Méndez, intervino el cuadro del tablao Bereber con los muchos artistas que han ido pasando por allí durante los últimos años y los que compartieron escenario con La Chaty.
Un cuadro repleto de artistas con participantes de la talla de Mara Rey, Fernando Soto (desafortunado en sus comentarios) Juanillorro, Quini, David Carpio, Jose Gálvez, Felipa del Moreno o Paco Lara y Manuel Valencia a las guitarras además del cuerpo de baile.
La tónica de la noche fue el compás de las bulerías, pues salvo excepciones, la totalidad de los participantes cantaron bulerías, cada uno a su manera. Si Jose Gálvez se tocaba la guitarra mientras se cantaba, Felipa se acordaba de Camarón o Niña Pastori.
Cambio de tercio y parada al baile de Mercedes Ruiz con su grupo (Santiago Lara al toque, David Carpio al cante y la percusión de Perico Navarro) y por seguiriyas.
Un grande de Santiago no faltó. El ‘tate’ (Diego Carrasco) como le conocemos los aficionados, se dejó ver aunque fue breve. Con la guitarra de Curro Carrasco y las voces casi corales de Maloko y Joselete jugó con el compás como siempre en temas de creación personal.
Lo que parecía una continua fiesta se paró por momentos. Si las bulerías fueron el argumento principal de la mayoría, sólo algunos de los invitados quisieron no ceder espacio a la fiesta y dedicarse a lo jondo o al menos a querer acordarse de la homenajeada de otra manera.
Así el santiaguero Vicente Soto Sordera eligió tonás con letras especiales a La Chaty para dirigirse a ella.
La única intervención en solitario de guitarra fue a parar a manos de Antonio Rey que en tono de taranta, y como parte de su nuevo trabajo discográfico quiso estar presente de alguna manera. Y mejor de ésta que acompañando el cante del onubense Arcángel, pues no hubo entendimiento en el cante de soleá. Abusar de contratiempos y no tener en cuenta que quién manda es el cante sobre el toque cuando se acompaña puede llevar al abismo.
Ya a estas horas de la noche, cuando apenas habían pasado dos horas, algunos espectadores salían de la sala para tomar descanso. La noche se preveía larga a tenor del cartel anunciado.
Estos mismos que abandonaron momentáneamente el patio de butacas no tuvieron ocasión de escuchar al ‘bronce de la Plazuela’. Con Barullito a la sonanta Manuel Moneo aportó soleá por bulerías y bulerías interpretadas de forma anárquica y por desgracia, con desafines constantes.
No pareció que hubiera momentos especialmente emotivos en los múltiples aplausos que muchos de los artistas intervinientes pidieron al público, pero sí que las ovaciones principales de la noche fueron a parar a Tomasa ‘La Macanita’, Juana la del Pipa y Manuela Carpio. Dos momentos en la noche con el público en pie: con las féminas mencionadas y con el bailaor Joaquín Grilo. Las unas con soleá y tangos con las guitarras de Manuel Valencia y Pepe del Morao; y el otro por alegrías con el cante de Jose Valencia y la guitarra de Manuel Valencia.
Así terminaría la primera parte. Ya apreciamos como el patio de butacas dejaría sillas vacías al comienzo de la segunda parte presentada por el critico flamenco Pepe Castaño, que leyó un telegrama de cariño y homenaje a La Chaty enviado por Alejandro Sanz.
Con el ánimo puesto en esperar que no se alargara la segunda parte, arrancó Andrés Peña por tonás con el cante de David Carpio. Breve a la par que exquisito.
Pansequito y Aurora Vargas subieron juntos al escenario con las guitarras de Diego Amaya y Manuel Valencia por bulerías.
En noches como esta hay que estar a las duras y a las maduras; si uno participa de buen grado en este tipo de eventos tiene que venir con la capacidad y el ánimo de dejar de lado el ego. Capullo de Jerez no hizo sino demostrar que el cante sin ganas no es cante. Y menos cuando para su intervención (por culpa de un espontáneo) no sin antes advertir que el que quiera escucharlo que pague la entrada de los festivales a los que él va.
Menos mal que las voces de José Valencia y Antonio Reyes nos hicieron olvidar momentos anteriores de tensión escénica. Tangos para Reyes con fandango de Cepero incluido y guiños a Extremadura y a La Marelu y bulerías lebrijanas para Valencia con las guitarras de Antonio Higuero y Manuel Valencia respectivamente.
Poco quedaba ya para finalizar la velada y el público seguía saliendo con cuentagotas del teatro.
Con la participación de Fernando de la Morena con Juan Diego Mateo a la guitarra y Joaquín Grilo el homenaje terminaría un interminable fin de fiesta en el que entre otros participaron Rubichi, Pepe del Morao, Barullito, Jesule de la Tomasa, Mateo Soleá, José Mijita, Melchora Ortega, Zarzuelita, Manuel Moneo, Enrique el Zambo y su hijo, Juan de la Morena, Manuel de Chochete, El Tolo, Momito, Diego de la Margara y Juan Grande, entre otros.
Una noche más en la que Jerez se vuelca con los suyos y da muestra de que el flamenco y los flamencos de la ciudad van por el mismo camino.