Soy madre de dos hijos. Y soy madre porque así lo DECIDÍ. Libre y voluntariamente. Lo decidí porque mis circunstancias personales, sociales, económicas, físicas, e incluso mentales me permitieron dar el paso hacia la maternidad.

Si todo este cúmulo de situaciones no se hubiesen producido en el momento adecuado y decisivo, igual hoy no presumiría como presumo de este estado maternal y de la suerte de haber tenido dos hijos maravillosos.

Porque, sin duda, el aborto es un dilema moral. Allá cada cual con la decisión que tome dentro de sus valores éticos y morales.

Pero aquí tengo que decir, porque lo tengo muy claro, es que las leyes no solucionan problemas éticos ni morales: las leyes han de respetar las distintas moralidades y no pueden ni deben imponer dogmas unilateralmente.

Desde mi más humilde opinión, la decisión de ser o no ser madre en un determinado momento de la vida no es pecado, no es indecente, no es deshonroso… es simple y llanamente una DECISIÓN PERSONAL e intransferible y nadie, absolutamente nadie, está capacitado para juzgarla.

Pero el Partido Popular, con su anteproyecto de ley que pretende revisar la legislación vigente sobre Salud Sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo, ha conseguido aplastar los avances  y derechos de las mujeres por los que se ha luchado durante los últimos 20 años. Con sus imposiciones ideológicas ha conseguido alarmar a la sociedad en la que vivimos, ya bastante destrozada y vapuleada por recortes en sanidad, en educación, en ayuda a la dependencia, por subidas indiscriminadas de impuestos, por crueles desahucios, por crecimiento vertiginoso de niveles de desempleo… En definitiva: por hambre, miseria y pobreza no solo económica sino también social.

Hombres y mujeres rechazamos mayoritariamente esta reforma, nos oponemos a dar más pasos hacia detrás, porque esta revisión de la ley que pretende el gobierno de la derecha con el beneplácito eclesiástico es un espantoso retroceso, no solo normativo sino también social e ideológico y lo más grave de todo es que situaría a las mujeres en la clandestinidad.  Porque no nos engañemos, ni nos dejemos engañar: no va a haber menos abortos, vamos a pasar por las mismas decisiones y dilemas morales y éticos de elegir entre ser o no ser madres, pero en peores condiciones, y a la postre lo que se va a conseguir es dilapidar cruelmente los derechos de decisión de ser madre, en qué momento, cómo y con quién.

Yo no quiero que nadie decida por mí. Y por tanto, no debemos permitir que nadie decida lo que es mejor o no para mí. Es paradójico lo de esta derecha que defiende el liberalismo salvaje desregulado para seguir haciendo más ricos a los más ricos y, en cambio, ataca a los derechos individuales más sagrados y más íntimos. Lo dicho, yo he decidido, yo decido y pretendo seguir decidiendo.

ROCÍO MONTERO, Foro Ciudadano