La hermandad de la Sagrada Mortaja celebra desde el martes, 10 de noviembre, el solemne quinario en honor a sus sagrados titulares en Capuchinos, cultos que finalizarán el próximo domingo con la función principal de instituto. Cada día dará comienzo a las ocho y cuarto de la tarde con el rezo del santo rosario, ejercicio de quinario, bendición eucarística, reserva del Santísimo, santa misa y salve. La predicación de los cultos correrá a cargo de fray Francesc Xavier Catalá Sellés, O.P., de la Comunidad del Real Convento de Santo Domingo de Jerez de la Frontera.
El cuarto día de quinario, viernes 13 de noviembre, antes del ofertorio, serán recibidos canónicamente los nuevos hermanos de la corporación y les será impuesta la medalla de la hermandad de la Sagrada Mortaja. Para poder llevar a cabo este momento, los nuevos hermanos han de comunicar a Secretaría su asistencia a dicho acto. El día 14 de noviembre, al finalizar la eucaristía, se celebrará solemne procesión claustral y extraclaustral con su Divina Majestad, bendición y reserva. El día 15 de noviembre, domingo, a las doce y media de la mañana tendrá lugar la función principal de instituto, ocupando la sagrada cátedra el mismo orador que en quinario de reglas. Al ofertorio de la misma, todos los hermanos realizarán solemne y pública protestación de fe.
La mayordomía ha dispuesto un novedoso altar de cultos, inspirado en el ‘Cristo Velato’ de Giuseppe Sanmartino, considerado como una de las más grandes personalidades artísticas de la escultura italiana del Settecento italiano, realizada en mármol en 1753 para la capilla principesca de Santa María della Pietà, conocida como Capilla Sansevero o Pietatella situada en Sangro di Sansevero en Nápoles. La cofradía ha dispuesto, por tanto, al Cristo de la Sagrada Mortaja velado como homenaje a la Síndone en el año de su ostensión, y las mujeres del duelo representan la corte de los Austrias en homenaje al negro español y al orígen de las actuales vírgenes de candelero, o tallas de vestir. La hermandad ha aclarado que aunque el velo enlutado tiene su origen en las tragedias femeninas griegas, el hecho de velar la imagen titular responde a la costumbre hebrea que obligaba a cubrir por completo el cuerpo de la persona nada más morir. No obstante, en señal de veneración, se han dejado las manos sin cubrir, en un ejemplo de cómo se puede argumentar y evolucionar un altar de cultos, basándose en la tradición y la historia.