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El Festival de Jerez echa el telón con casi 35.000 espectadores

“El Festival de Jerez no sólo sobrevive, sino que está más vivo que nunca”. Esta es una de las principales conclusiones expuestas por la alcaldesa María José García-Pelayo a la hora de hacer el balance de la muestra que se ha clausurado en su decimoséptima edición. La primera autoridad municipal apuntó que el certamen se ha convertido en uno de los referentes de la ciudad en el mundo y calificó de “éxito” los 34.620 espectadores/participantes contabilizados en sus 140 actividades, lo que supone un índice medio de ocupación del 90,2%.

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Antonio Márquez regresa a las tablas por la puerta grande

Quería volver a los escenarios y lo ha conseguido con un gran éxito. ‘Siempre Antonio’ es el espectáculo del regreso de Antonio Márquez cuatro años después y el Festival de Jerez ha sido testigo provilegiado. Dividido en dos partes -la bodega gitana y el bolero- el montaje transmite luminosidad y el público supo agradecérselo a base de aplausos. Se trata de dos coreografías que ya puso en escena en esta misma cita festivalera hace años y que ha antologado para su vuelta.

La danza clásica española, el baile por el baile, es el argumento de la obra, que jugó con una interesante transición para unir las dos mitades. Hasta la elección del vestuario estuvo acertada y contribuyó a ese colorido optimista como en las alegrías con bata de cola y mantón verde que interpretaron las chicas del ballet.

Aunque a final de la primera parte hubo cuadros que se hicieron un poco largos, la segunda recuperó la atención de los espectadores para no perderla más. Tanto se aplaudió a Antonio Márquez y su compañía que el bailarín se marcó un zapateado y un bis perfectamente coreografiado. Afortunadamente y como él mismo ha dicho, ha vuelto sin fecha de retirada por lo que el mundo del baile puede estar contento.

Antonio Márquez ‘Siempre Antonio’ from Festival de Jerez Televisión on Vimeo.

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Un espectáculo con marcado acento musical

‘Con la música en otra parte’ era uno de los estrenos más esperados de este Festival de Jerez y, a juzgar por la reacción del público, cumplió con creces las expectativas. Con un indiscutible protagonismo de la música, el montaje de Rafaela Carrasco tuvo un planteamiento muy fluido y rico en el que cada elemento tuvo su espacio particular, como ella misma anunció en la presentación.

Como en cada personalísimo trabajo que hace Carrasco, en esta última obra también se vio la huella de Mario Maya y sus innovaciones. Los cuatro bailaores tuvieron su espacio, cada uno en su estilo, al igual que la coreógrafa que interpretó números algo más largos.

La Camerata Flamenco Project, con Pablo Suárez (piano), José Luis López (chelo), Ramiro Obedman (Flauta y saxo), José Miguel Garzón (contrabajo) y Karo Sampela (percusión) es el pilar del montaje junto con el papel importantísimo de las guitarras de Jesús Torres y Juan Antonio Suárez ‘Cano’, con sublimes interpretaciones de una rondeña y una farruca.

 

La ficha

Baile: Rafaela Carrasco, Pedro Córdoba, David Coria, José M. Maldonado, Ricardo López.

Guitarristas: Jesús Torres y Juan Antonio Suárez Cano

Cantaor: Antonio Campos

Camerata Flamenco Project: Pablo Suárez (piano), José Luis López (chelo), Ramiro Obedman (Flauta y saxo), José Miguel Garzón (contrabajo), Karo Sampela (percusión).

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Un nuevo planteamiento para el flamenco

Juan Alfonso Romero y José Manuel García-Pelayo son los promotores de International Flamenco Institute (IFI Jerez), una iniciativa empresarial encaminada a la formación en todas las disciplinas del flamenco. Han estrenado actividad con un programa paralelo de formación dentro del Festival de Jerez, dedicado al cante para dejar el protagonismo del baile a la cita festivalera.

Diego Carrasco, Jesús Méndez, Ezequeil Benítez y Diego del Morao son algunos de los artistas que ya han ejercido de maestros en este primer ciclo de cursos de IFI Jerez. “La idea es organizar la formación y aglutinar una oferta suficientemente atractiva”, explicaron los promotores. Tienen la clara intención de “tratar con cariño y sentar en primera fila a la gente que tanto interés muestrapor este arte desde fuera, desde Canadá, Francia o Australia, porque tantísimos kilómetros nos comprometen”, añadieron.

Y para muestra, un botón. Una de sus primeras alumnas japonesas, la Yuka, demostró lo que había aprendido con un fandango.

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Otra mano, otra piel

Compañía Úrsula López – La otra piel from Festival de Jerez Televisión on Vimeo.

El espectáculo flamenco no es un producto final acabado, sino una criatura en constante evolución, de incipientes cambios. Desde su nacimiento, cuando se plasman por primera vez los conceptos en la escena, hasta su plena madurez, en la que ya se han ido puliendo aquellos aspectos susceptibles de ser modificados o transformados.

‘La otra piel’, de Compañía Úrsula López, se encuentra en ese camino. En la pasada Bienal de Flamenco de Sevilla tuvo lugar su estreno y el Festival de Jerez ha servido para ir aderezando la propuesta con cambios significativos que le han impregnado mayor consistencia a la obra. Se han suprimido ciertos pasajes –como la coreografía de Joaquín Grilo-. También se han mutado las escenas y se ha prescindido de una de las bailarinas que estuvieron en el estreno –Rosa Belmonte-, que tan buen sabor de boca dejó en el Teatro Central por cantiñas.

Partiendo de tales permutas, ‘La otra piel’ se presenta como una propuesta bien trenzada, con una impoluta puesta en escena. Limpia y elegante. Prevaleciendo las tonalidades frías y la ausencia de color -este último sólo se deja ver en momentos puntuales a través del ciclorama y en el baile por cantiñas de la protagonista.- Jugando con los espacios a través del foro. Dando profundidad. Acotando los espacios. Generando ambientes distintos para la danza. Que comienza en un cenital, en el que Úrsula López comienza su viaje de lo clásico a lo flamenco. Bajo los acordes de la sonanta de Javier Patino y las voces de El Londro y Jeromo Segura, que invitan al resto de los bailarines a la escena para danzar con castañuelas a través de la malagueña de Albéniz adaptada por la guitarra de Tino Van der Sman. Clasicismo. Múltiples formaciones. Dibujando en el espacio diversas figuras. Y como bien dice la artista principal: “Expresar la esencia de un baile en permanente diálogo”.

Desde la oscuridad brota el cante enduendado de Jesús Méndez, que embadurna al respetable con unas tonás embriagadoras. Potentes, dulces, hirientes y punzantes. Recreando el ambiente de la siguiente escena. Una serrana rítmica, envolvente, en la que vuelven a escena los cuatro bailarines. A la protagonista le acompañan Tamara López, Mariano Bernal y Cristian Lozano. Lo clásico muda hacia lo contemporáneo. Coreografía de Benvindo Fonseca. Ellas descalzas. Ello con el torso al aire. Segmentan con el telón para que el espectador solo aprecie las extremidades inferiores de los cuatro bailarines. Juego de piernas. Suben el foro para propiciar dúos y cuartetos con el cante. Celeridad de movimientos en una coreografía duradera en el tiempo. Antesala de la cantiña, donde Úrsula López expone su vertiente más flamenca. De rojo pasión. En dos tercios de la escena. El viaje continúa. Y la bailaora cordobesa va esparramando su potencial. Con fuerza y brío. Siempre elegante. Recreándose hasta la escobilla y bulerías de Cádiz compartidas con Mariano Bernal. La escena se resuelve con mucha finura en el diluir del cenital mientras la melodía va recogiéndose.

Tino Van der Sman y Cristian Lozano en escena. Retorna el clasicismo. ‘Asturias’ en la sonanta del guitarrista holandés. Mientras que el bailarín propone una coreografía de múltiples giros y mudanzas. La propuesta va a más.

Giro hacia lo abstracto. Hacia la coreografía que firma Andrés Marín. Petenera y bambera. Las hermanas López a escena. En dos compartimentos estancos. En dos perspectivas distintas. Pero interconectadas. A través de un danzar hierático. Firme. De aristas.

Retoma el centro del proscenio el artista invitado. Jesús Méndez deleita con los ‘Tientos del querer’. El cante del jerezano empapa el patio de butacas.

El trayecto va llegando a su fin. Trío de bailarines por bulerías. Preámbulo de la caña. El número final con el que Úrsula López redondea la noche. Con bata de cola blanca con toques aturquesados. E inmenso mantón con el que danza por todo la escena. Vuelve su saber más flamenco. Con esa distinción que la caracteriza. El cante le hace volar. Méndez se vacía en el remate por soleá. Y la bailaora cierra a contraluz de forma muy plástica. Otra mano, otra piel.

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¿El ciclo del 6 o 6 veces 6?

Que Ortiz Nuevo se encargue del guión de un espectáculo y de la dirección artística puede, a todas luces ser una garantía de éxito. Su conocimiento, su implicación en el flamenco de las últimas décadas y su sabiduría a la hora de diseñar guiones no es nueva. Javier Barón quiso dejar en sus manos un proyecto denominado ‘En clave de 6’ que se estrenó en las tablas de Villamarta. La pretensión es sencilla: seis secuencias que interpretan en código flamenco actitudes de  estados y sentimientos humanos, tal y como rezaba el programa de mano.

La historia a contar es de lo más clara. Canta baile y toque hecho por seis personas, dividido en secuencias musicales estructuradas en estilos o ‘palos’ flamencos (fueron algunos más incluidos en las secuencias) y cuyo protagonismo no solo recaería en el bailaor alcalareño. Un espectáculo que juega con las intensidades, con las luces y sombras de los cantes, con la magia del toque y el duende del cante. Obviando cualquier tipo de dramatismo y aspectos escénicos que hagan a uno perder detalles de lo que sucede en el escenario se entienden por igual el trinomio cante-baile-toque.

El recorrido comienza con la ‘secuencia de serenidad’ a las que se irán sumando otras. Retazos de cantes por bamberas en la prodigiosa voz de Esperanza Fernández que dan la alternativa a la farruca en tanto que Javier baila al son del contrabajo de Manuel Calleja. Y terminan con Manolo Franco haciendo colombianas. Antes y como preludio, voces anuncian diversas acepciones del número seis, cual tarot echa las cartas y adivina el futuro de este número; pasajes bíblicos y versículos del nuevo testamento  incluidos.

La historia que se repite durante la noche es la siguiente: pequeñas pinceladas musicales y estilísticas que se repiten al final a modo de resumen.

De las alegrías y cantiñas en las que Esperanza interpreta el cante además del baile al personalísimo modo de moverse de Javier. De las seguiriyas de Manolo Franco en solitario al baile del protagonista por cabales y martinete.

Un ápice de romance arranca de la garganta de la cantaora para traducirse sin apenas tiempo en bulería por solea y dejarse caer a la soleá. Las voces de Ortiz Nuevo recitando como la de Enrique Morente entonando soleá, se repitieron. Y es que la obra en cuestión es cíclica. Un rueda musical que durante cerca de una hora explica con matices, con tiempo y con serenidad el mensaje emitido y con la intencionalidad justa y necesaria para que llegue al receptor. El cante, el baile y el toque giran en torno al flamenco, hasta que se vuelven a encontrar. Porque todo se repitió. De la guajira en solitario de Franco al solo de percusión de José Carrasco o la habanera con melódica de Calleja y baile de corte romanticón de Fernández y Barón. Cíclicos fueron los tientos, los tangos y las rumbas con aromas cubanos. Y vuelta a empezar. El ciclo musical, como el ciclo del agua que se convierte en lluvia y cae al terruño, vuelve a evaporarse y vuelve a la nube. El ciclo resumido, con los matices de lo mejor de cada cante,  de cada toque, de cada baile. ¿Y ahora como interpretamos el final? ¿Como un resumen de todo el entramado o viceversa? ¿Como una extensión de la intencionalidad del guión de Ortiz Nuevo? Tanto monta, monta tanto. De cualquier forma pudimos ver un más que original guión que se aleja de efectismos que no conducen a nada en el que incluye un chascarrillo final que provoca la risa del público. ¿Qué porque lo sé? Que si lo sé. Y terminó. Y por supuesto con un Javier sublime de principio a fin.

 

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Un viaje sin destino

Un estreno de baile flamenco es ante todo la idea de una novedad llevada al papel. Una historia contada a través de la danza, del cuerpo como expresión natural del movimiento. María del Mar Moreno estrenó en Villamarta “De cal viva”. Una particular historia en la que la trama se basó en el recuerdo de la bailaora, de las vivencias de su gente, de la vida de sus mayores en el campo,  de las penurias y dificultades que pasaron y de como ella escuchaba todo aquello y con el paso del tiempo comprendió lo vivido de sus cercanos.

De ella está todo dicho, de su estampa, de su figura, de su forma de bailar. Sus últimas producciones estaban destinadas al baile sin aderezos, a dibujar con su cuerpo los cantes, ya fuera solea, seguiriya o alegrías.

En esta ocasión quiso arriesgar y contar con Ramón Pareja como director de escena además de como dramaturgo. Todavía se empeñan en pensar que esa es la solución a algunos problemas. A María del Mar no le hace falta un guión añadido a su baile, porque salvo excepciones todo lo que le puede pasar es que se pierda.

Buenas intenciones si, pero sin cumplir con el objetivo de encandilar.

Un diseño luminotécnico oscuro, que apenas nos dejó disfrutar de su baile, un escenario apagado que provocaba una falsa tristeza, que bien se podría haber solventado recurriendo tan sólo al cante fue la tónica predominante.

En lo musical el resultado fue notable gracias a la voz de Antonio Malena, Tolo, José de los Camarones y David Carpio. Un homenaje a Lola Flores y a Tia Anica la Piriñaca aportó frescura al espectáculo. Escuchar la voz de la faraona, las sentencias que dictaba cuando habría la boca… Un digno homenaje.

A la trama hay que sumarle que si no hay un programa de mano que traduzca lo que la artista quiere mostrar entonces la pérdida es mayor. La suma de todos los elementos hizo que su baile aunque no lo fuera pareciera repetitivo y acabara por no mostrar la cantidad de detalles que tuvo, o al menos que pasaran desapercibidos. A todo esto el cante de La Macanita nos dejó con la miel en los labios pues no se supo sacar partido al metal de voz que tiene ya que su tiempo en escena fue limitado.

Bien es verdad que en la primera parte el argumento quedó más o menos claro ya fuere por la interpretación de los artistas como por la ilustración del baile  pero por desgracia se fue diluyendo conforme pasaba el tiempo.

El coro del teatro Villamarta fue otra laguna que salvo una explicación razonada de su participación no acabamos de entender. Como intérpretes bordaron su actuación pero no llegaron a hacer suma de partes para dar sentido al total. Su particular interpretación junto al piano de Johanna Raymont interpretando Carmen de Bizet y Merimeè fue brillante. Pero no sólo bastan buenas intenciones y en este caso, las hubo pero falló el resto. Y es una lástima porque María del Mar es muy querida en su tierra, es una gran bailaora y sus trabajos anteriores han sido sobresalientes, pero en esta ocasión no salieron las cosas como se esperaba. Como sentenció Antonio Malena al final de su interpretación:”por un camino de espinas es doloroso andar”.

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Quien siembra, recoge

Resulta sorprendente ver cómo los cantes de trilla, tan escuchados en los últimos años en la mayoría de los espectáculos flamencos, son ahora el argumento principal de una obra. Ayer mismo los cantes de siega, de trilla, fueron el preámbulo musical con el que abrió la noche la compañía de Antonio el Pipa. Una pincelada de una parte de las vivencias de la sociedad jerezana en la campiña cercana a Jerez. La compañía de Nani Paños y Rafael Estévez ha escogido esta temática como manifestación cultural y musical de una parte de nuestra Andalucía. La conversión al baile del ritual que se realizaba en los campos a diario durante la siembra y recogida en las gañanías supuso un éxito integral en las tablas de Villamarta. La trama se desenvolvió en un viaje visual por los dominios de los campesinos en las labores propias de los campos a través de un viaje en el que el campesino es el protagonista, dirigidas por el manijero. La obra parte de dos partes bien diferenciadas. De un lado ‘Tierra’, donde se dibuja el trabajo de siega, de aradas, del arriero… Y de otro una representación con música de Stravinsky con la ‘Consagración de la primavera’.

Un gran elenco conformó el cuadro de baile coordinado por Estévez y en el que el archiconocido Antonio Canales vendió un producto compacto y muy elaborado.

Sorprende que, en una obra de estas características y con una duración cercana a las dos horas, incluido descanso, la ausencia de guitarras y de cualquier elemento musical no suponga un hándicap y haga que el público mantenga la atención durante todo el espectáculo. Esto solo se consigue con una gran originalidad en un discurso cargado de simbolismo. En cualquier caso el guión es un fiel reflejo de la vida del campo de hace décadas. Del campo al cortijo y del cortijo al campo. Y a la vuelta del trabajo la cita con el cante, con la fiesta íntima, con la reunión festera para olvidar la dura labor de la tierra. Las voces de Israel Fernández, David ‘el Galli’ y Rafael Jiménez ‘El Falo’ contribuyeron  a dar forma y sentido ya fuera por seguiriyas, en las que cada uno se tocó la guitarra a sí mismo (único momento en el que el instrumento hace acto de presencia) o en las aceituneras, arrieras o soleares.

En la segunda parte, la música de Stravinsky dio pie a desarrollar un precepto diferente y musicalizado en los modos clásicos. Una particular visión de las revueltas de los campesinos contra los patronos, contra los terratenientes con la intención de reivindicar que las tierras que trabajan se conviertan en propias. La primera impresión nos invitaba a pensar que la obra se estaba estancando, había perdido fuerza, pero pasan los minutos y la escena te envuelve y no te deja salirte de ella, a pesar de la extensa partitura. Escrupulosamente cuidadas fueron las coreografías tanto grupales como en parejas. Un difícil trabajo que brilló en el resultado global.

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Exquisita expresión de los sentimientos humanos en el espectáculo ‘En clave de 6′

Una de las novedades del XVII Festival de Jerez ha llegado a las calles de la ciudad. Concretamente, a la plaza del Arenal, donde Mercedes Ruiz y cuantas personas han querido han realizado el primero de los flashmob flamencos. Hubo dos oportunidades de participar ayer: a las 12.00 y a las 12.30 horas. A la misma hora, la bailaroa japonesa La Yunko actuó en la Galería Monto, (calle Pozo Olivar número 19-21) con el cante de Moi de Morón y la guitarra de Miguel Pérez.

Seguidamente, a las 13.00 horas, dio comienzo una nueva sesión de las tertulias de la bodega, con una nutrida representación de artistas. José Galán, Javier Barón, Esperanza Fernández, Manolo Franco, José Galván y Javiera ‘La Moreno’presentaron sus espectáculos del domingo y fueron, por tanto, los protagonistas de la emisión EN DIRECTO de REPORTEROS JEREZ.

Por otro lado, seis secuencias y seis artistas se darán cita hoy en el escenario del Villamarta. A Javier Barón (baile), Esperanza Fernández (cante) y Manolo Franco (guitarra), intérpretes notorios en cada una de sus disciplinas, se suman Manuel Calleja (contrabajo y melódica), José Carrasco (percusión) y David Pérez (palmas y jaleos) para abordar un recorrido por lo hondo a través de las secuencias anímicas que sugiera el baile, el cante o el toque. ‘En clave de seis’ es el título de esta propuesta, ideada y dirigida por José Luis Ortiz Nuevo.

En la misma jornada dominical la oferta del certamen tiene dos interesantes puntos de encuentro para los aficionados. El primero de ellos en Sala Paúl, donde la Compañía José Galán pondrá en escena ‘En mis cabales’, un interesante trabajo que facilita la integración de discapacitados –en este caso, de síndrome de Down- y aborda sus propuestas coreográficas “sin prejuicios ni complejos”, tal y como sostiene el responsable del grupo. El segundo encuentro tendrá lugar en Sala Compañía y reúne en el ciclo ‘Paso a dos. Maestros & Jóvenes’ a la maestría de José Galván y a su alumna aventajada Javiera ‘La Moreno’, de origen chileno

Los espectáculos de ayer

El primero de los espectáculos programados fue el concierto del guitarrista Santiago Lara, que interpretó temas de su disco ‘Sentimientos nuevos’. Fue en la Sala Paúl, dentro del ciclo ‘Toca Toque Jerez’.

A las 21.00 horas se levantó el telón del Teatro Villamarta para el estreno de ‘De cal viva’, el nuevo montaje de la bailaora jerezana María del Mar Moreno. Llevó como invitada a Tomasa Guerrero ‘La Macanita’.

A medianoche, otro estreno de baile: el de Macarena Ramírez y su ‘Recuerdos’. La joven bailaora actuó en el ciclo ‘Solos en Compañía’.

Y los incansables tuvieron una última cita para apurar el sábado. En esta ocasión fue en la Peña Flamenca La Zúa a partir de la 1.00 de la madrugada. Fani de Jerez, Juanillorrro, Antonio Fajardo, Paco de Jerez y Manuel Aparicio estuvieron sobre el escenario.

 

 

 

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No solo de bulería vive Jerez

Antonio ‘El Pipa’ puede presumir de ser profeta en su tierra. Una tierra que lo adora, lo aclama y que, pase lo que pase está de su parte. Y así sucedió en las tablas del Teatro Villamarta.

Su propuesta se basó principalmente en recordar su trayectoria artística durante los últimos quince años sobre los escenarios. La gran nómina de artistas que se han sumado a su andadura profesional. ‘Vivencias’ se podría resumir en un claro ejemplo de lo que es el flamenco de barrio, de familia, de núcleos en donde la gitanería es lo que reina y lo que prima. Donde la bulería es la reina de la fiesta y cualquier motivo es bueno para entablar un cante festero y darse una pataita.

La configuración del espectáculo es simplista. Una reunión de cante, baile y toque sin más argumento que la fiesta, la bulería. Pero cuando se abusa y se llega a los extremos es porque algo no va bien. Antonio El Pipa tiene una trayectoria intachable en el mundo del baile flamenco. Su seña de identidad es clara desde el primer momento en que alza los brazos con las palmas extendidas. Su pose torera con su rodilla acariciando el suelo esperando al morlaco a puerta gayola no tiene parangón. Pero lo poco gusta y lo mucho cansa. Y así fue. La repetición sistemática de estos detalles, de estas formas dancísticas superaron a la figura y desdibujaron en no pocas ocasiones la plenitud de sus facultades y de su intencionalidad.

Haciendo un barrido de mirada al total de la obra la sensación es positiva. Pero si analizamos las partes habría que valorar y detenerse en los detalles. Y de eso se trata. No es válido, en una plaza como la del Villamarta que la presencia del protagonista aparezca pasados cuarenta minutos del comienzo. Esto motivó que diera el sitio a sus alumnos, a su gente, a la cadena de transmisión de su baile en las nuevas generaciones. Que un espectáculo dure algo menos de dos horas, y el representante no de señales de vida hasta bien empezada la trama no parece un buen síntoma a priori. Dicho esto, la presencia de Antonio en el escenario a partir de aquí fue evidente aunque esto no lo salve. Trillas y bulerías en las voces de Ángel Vargas, Morenito de Íllora, Maloco, Quini y José Cortés y bulerías con la rotunda voz gastada y rota de Juana la del Pipa dejaron espacio para el baile de Antonio. Por alegrías, su modus operandi  fue la gracia del gesto, de la insinuación, de gustarse a sí mismo y provocar al público, que por cierto respondió como se esperaba. En soleá el guión fue el mismo aunque más breve. La secuencia argumental del resto se basó en pasos a dos, a tres de Macarena Ramírez (que destacó entre las demás), Cintia López y Marta Mancera o los tientos-tangos de Claudia Cruz como figura solista.

A partir de la seguiriya, todo se convirtió en fiesta, en compás de amalgama y bulería. Nos quedamos con las ganas de ver cómo Carmen Ledesma o Concha Vargas se contoneaban con la solera de las viejas gitanas cuando se lanzan al centro a ‘pegarse la pataíta’. Y no es que no se la pegaran, que se la pegaron y muchas veces, pero nos quedamos con ganas de verlas por derecho. Prescindible, sin duda, el excesivo minutaje dedicado al cante por antonomasia de Jerez, que, aprovechado de otra forma hubiera dado más sentido a la obra. A pesar de que el entramado de la obra y su parte central fue una muestra de la grandeza de Antonio, todo se disipó en los extremos cuando se abusó de la bulería, tanto en el comienzo como en el final.

 

La ficha

Baile: Antonio el Pipa

Bailaora solista: Claudia Cruz

Colaboración especial: Concha Vargas y Carmen Ldesma

Cuerpo de baile: Macarena Ramírez, Marta Mancera, Cintia López

Artistas invitados (cante): Juana la del Pipa, Ángel Vargas ‘El Mono’.

Cante: Morenito de Íllora, Maloco Sordera, Joaquín Flores y José Cortés

Guitarra: Juan José Alba y Javier Ibáñez.

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