Aunque siempre intento que este pequeño espacio que lleva mis pensamientos sea en clave positiva, hoy voy a hacer una excepción inevitable. Las cifras de personas sin hogar atendidas por alguno de los recursos sociales de Jerez durante este año son escalofriantes, alarmantes y crudas. Cuarenta ciudadanos duermen cada noche en la calle y los alojamientos temporales han realizado más de 800 asistencias.
Escuchar cualquier historia humana, o incluso a los responsables de estos colectivos cuando dicen “esto va a peor, hacen falta más plazas” no puede dejar indiferente. El otro día se hizo un nuevo llamamiento de recogida de alimentos para el comedor de El Salvador, donde más de 200 personas han ido por primera vez en busca de algo que echarse al estómago. Entre esas personas hay vecinos que se han quedado en paro y no encuentran otro trabajo, agobiados por la hipoteca y con avisos de desahucio en el buzón cuando hace unos meses jamás se hubieran imaginado en esa situación. Todos somos más pobres y en el borde del precipicio, cuando antes había diez personas, ahora hay cien haciendo malabares para no despeñarse.
Aunque desbordados por la demanda, podemos estar orgullosos de que en Jerez haya recursos a los que acudir, puertas a las que llamar en una situación desesperada. Organizaciones sociales y voluntarios llenan esos espacios adonde no llegan el dinero ni las administraciones. Cada uno dentro de sus posibilidades da respuesta a las necesidades cada vez más crecientes con la certeza de que pronto haya una luz al final del túnel.