El que sigue es un viaje a un escenario apocalíptico, más propio de una película de catástrofes que de un inmueble en pleno centro de Jerez. Para emprenderlo tenemos que desplazarnos, concretamente, a la calle Asta, entre Santiago y Santa Ana, a escasos metros del antiguo cine Lealas. Hasta allí ha ido REPORTEROS JEREZ para hacerse eco de la correspondiente queja vecinal.

Los que residen en los alrededores denuncian el penoso estado en el que se encuentra un bloque de viviendas. Se trata de una promoción que terminó de construirse hace aproximadamente dos años, aunque los pisos nunca llegaron a entregarse a sus compradores. Se desconocen las razones, aunque todo apunta a que podría tratarse de otro de los múltiples efectos de la crisis económica: una promotora con graves problemas económicos, una quiebra, una (o más de una, quizá) entidad bancaria que se queda con el inmueble… Bueno, nada demasiado diferente de lo que, desgraciadamente, pasa en este país a diario desde hace tiempo.

La cuestión es que, en este caso, el bloque de viviendas quedó abandonado a su suerte, sin que nadie se haya hecho responsable de su mantenimiento. Tal ha sido la despreocupación al respecto que ni siquiera se molestaron en tapiar los accesos. Y, claro, aquello se convirtió en objetivo de amigos de lo ajeno, que han arrasado con todo lo que hubiese de valor: cables, puertas, sanitarios, puertas, marcos, barandillas… El resultado, un paisaje desolador, tal como se refleja en las fotografías que completan este reportaje.

No queda ni un solo cable por arrancar. Tampoco puertas ni sus respectivos marcos. Las barandillas también han volado. Hay habitaciones teñidas de negro por culpa del fuego. Colchones quemados, cristales, defecaciones, jeringuillas, botellas y restos de comida decoran los suelos de diferentes estancias.

Los vecinos cuentan que el lugar se había convertido en refugio de algunos sin techo y en punto de venta y consumo de droga. Y que fue así durante mucho tiempo, hasta que hace unos dos meses se produjo un incendio. Hoy, lo que queda tras dicho episodio, es un inmueble fantasmagórico.

Lo que denuncian es el peligro que supone el lugar, por tratarse de un foco de insalubridad evidente, además de peligroso para los niños, que pueden acceder sin problema al interior al no haber nada que se lo impida. “Algún día tendremos que lamentar una desgracia si uno se cae por las escaleras (sin barandilla), por una ventana o por los huecos de los ascensores”, señala una vecina que reside en un bloque de viviendas que hay justo en frente. “O que se caiga y se corte con un cristal o una jeringuilla,”, apostilla otra.

Reclaman que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto de manera urgente. Que inste al propietario del inmueble a limpiarlo y tapiarlo o, si no, que sea el propio Consistorio el que lo haga.

La Delegación de Urbanismo ha recepcionado las obras de apuntalamiento y consolidación de las fachadas de un inmueble de la calle Porvenir, esquina con Marimanta, que se encontraba en estado ruinoso y suponía un peligro para los viandantes debido a los continuos desprendimientos de elementos de las cornisas y los balcones.

El delegado de Urbanismo y Movilidad, Agustín Muñoz, ha explicado que “debido al incumplimiento del propietario del inmueble de las medidas de seguridad, y el evidente peligro que supone para los vecinos el estado del edificio, se procedió a decretar la ejecución subsidiaria de las obras, que ahora se han terminado”. De esta forma, ha añadido el delegado, “esta actuación ha permitido que un inmueble que fue declarado en ruina urbanística en el año 2010 deje de ser un peligro para los viandantes y los vehículos que circulan por la zona”.

Mientras no se proceda a la rehabilitación del inmueble por parte del propietario, la actuación realizada ha consistido básicamente en apuntalar las fachadas de ambas calles que se han revestido con elementos para proteger a la vía pública de caídas de elementos sueltos. Las obras han tenido un importe total de 10.520,95, cantidad que se repercutirá al propietario del inmueble.

Antes de esta actuación la zona estaba vallada, lo que impedía la circulación rodada por la calle Marimanta. Pero el vallado fue objeto de continuos robos, teniendo que ser repuesto en repetidas ocasiones por los trabajadores de Infraestructuras, por lo que no cumplía la función para la que fue instalado, que era la de proteger a los viandantes de la zona. Los vecinos denunciaron esta situación por el riesgo que suponía el estado de las fachadas, agravada por la demolición de los forjados.