El Martes Santo es quizá el día más corto de nuestra Semana Santa. Son sólo cuatro las hermandades que hacen estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral, pocas si tenemos en cuenta las seis que lo harán este Miércoles Santo, o las que suman las jornadas del Jueves Santo y la Noche de Jesús. Y sin embargo, es tan rica en matices que los entendidos aconsejan ver las primeras salidas de las hermandades de sus respectivas sedes canónicas, para así poder disfrutar de todas con tranquilidad cuando se recojan las cofradías.
Pero la climatología, al igual que sucediese el Lunes Santo, ha vuelto a condicionar la jornada. La amenaza de lluvia no ha desaparecido en todo el día y las lógicas dudas han asaltado a las hermandades a medida que se acercaba la hora de salir en procesión. La decisión no era fácil, ya que no llovía, pero el riesgo de agua para las horas siguientes era importante. Finalmente, tanto El Amor como La Clemencia han optado por afrontar el riesgo y salir, mientras que El Desconsuelo ha preferido ser más prudente y no hacerlo. La última en tomar su decisión fue la última que tenía prevista su salida, La Defensión, que optó por no salir tampoco. Pesó mucho las previsiones que apuntaban a lluvia fuerte a las diez de la noche, momento en el que le hubiese correspondido estar pasando por las calles más complicadas del centro de la ciudad.
Y lo sucedido poco después de las 20.30 horas ha acabado dándole la razón a las hermandades que optaron por no arriesgar. Tal como estaba previsto, la lluvia hizo acto de presencia y obligó a La Clemencia y El Amor a acelerar su recorrido y refugiarse en la Catedral. Debatieron qué hacer durante más de dos horas y se sucedieron los cambios de opinión. La Clemencia fue la primera en decidir, finalmente, quedarse y volver el jueves por la mañana, algo, esto último, a lo que el Obispado dio el visto bueno a ambas hermandades. El Amor prolongó un poco más la incertidumbre, sembrando todavía más confusión entre los presentes. Pero al final acabó decidiendo lo mismo.
En cualquier caso, comenzaba la jornada pronto por San Benito. A las cuatro de la tarde estaba previsto que comenzase a abrirse las puertas de la parroquia de San Benito para que la hermandad que dirige Angel Heredia realizase su estación de penitencia, y de su decisión podía depender la del resto de hermandades de la jornada. El riesgo de lluvias era alto para el Martes Santo, una decisión que podía condicionar, sin duda, las meditaciones de las distintas juntas de gobierno. Con Eduardo Biedma al frente de la impresionante cuadrilla del Señor de la Clemencia, y con la agrupación musical de los Gitanos, de Sevilla, tras el misterio, perderse la salida procesional de esta corporación hubiese sido un delito para todos aquellos que les guste las cofradías clásicas.
Si hubiesen acompañado a esta hermandad, justo cuando pasen por Capuchinos hubiese tenido que estar saliendo el Cristo de la Defensión. Serio, elegante, clásico, intimista, de diseño… Todos esos calificativos podrían aplicarse a una hermandad que hace gala de cuidar la estética como patrimonio propio de la propia cofradía. Conscientes de los problemas que tuvieron el año pasado, la hermandad había trabajado duro para que no se repitiesen los errores en el cortejo. Pero todo se fue al traste desde el momento en que se decidió no salir en procesión ante la amenaza de lluvia, que era especialmente peligrosa a una hora de la noche en la que hubiesen tenido que estar en calles complicadas del centro, con todo lo que ello hubiese supuesto.
Por el barrio de San Mateo deberían haber llegado dos cofradías, una muy distinta de la otra. La del Cristo del Amor es una hermandad con sabor propio, de ésas que gustan a los cofrades de siempre; una hermandad que pese a los cambios introducidos en su cortejo, pese a la calidad delas bandas que trae, pese a tener una dolorosa impresionante en su misterio, acompañando al siempre efectista Cristo del Amor, no pierde ese aire romántico que siempre la acompañó, confirmando de esta manera que no pasan los años por ella. Y que nunca pasen, que nunca pierda su esencia la hermandad.
Y para cerrar una jornada intensa, muy intensa, estaban los Judíos de San Mateo. Con su manto, recién devuelto a sus esplendores originales. Con un palio como una catedral de grande. Con un barrio entero apoyándoles. Con una sede canónica que jamás se caerá mientras ellos sean sus custodios. Con una dolorosa de las de pellizco, de las buenas, de las antiguas, de las mejores… Una dolorosa que bien valdría una cofradía, pero los Judíos es más, mucho más que eso. Es también su cortejo de nazarenos, es también su recorrido, espectacular, es también las saetas en la plaza Belén, es también un misterio absolutamente alucinante, es también el señorío que siempre tuvo Jerez… Es también, el Martes Santo jerezano. Pero esta vez no pudo ser.