Cómo resumir 300 años de historia, en apenas siete horas… Cómo aglutinar tres siglos de devoción en apenas unas líneas… Quién podría explicar la grandeza de la devoción del Desconsuelo, en algo menos de veinte minutos de vídeo… Salió ayer el Desconsuelo, María Santísima del Desconsuelo, para poder lucir sobre su pecho la medalla de oro de la ciudad, la que otorgó el Pleno Municipal para refrendar 300 años de leyenda, de historia, de fe, de devoción, de protección de una dolorosa única, de hechuras inmensas, en la grandeza de la iglesia de San Mateo.

Todo comenzó temprano, cuando antes de las ocho de la mañana, la dolorosa salió en rosario de la aurora hacia la Basílica de la Merced. Como era previsible, sus hermanos, con cirios, acompañaron a su titular, pero no así Jerez, como tantas otras veces, en una reflexión que bien merecería comenzar a analizar en profundidad. Debe haber algún motivo, alguna razón empírica que explique la frialdad de este pueblo con sus tradiciones. Debe existir, porque ayer, todo lo propuesto por la hermandad era notable, cuando no sobresaliente, con recuperaciones históricas, con momentos de brillantez importantes, y una vez más, quienes suspendimos fuimos nosotros, los cofrades, que no estuvieron a la altura deseada.

Llegó el Desconsuelo a la Merced, y allí, con las letanías del rosario entonadas por el sacerdote Enrique Soler, fue calentándose la fría jornada, con una preciosidad de palio encastrado en una iglesia que alberga el patronazgo de la ciudad, y con un manto que por fin, tras las lluvias del pasado Martes Santo, lucía en todo su esplendor. Un esplendor que llegaba de la mano de los nuevos oros que lo contemplan, y de la recuperación de su diseño original de la mano de José Ramón Paleteiro.

Salió el Desconsuelo, y llegó la Oliva desde Salteras… Y con ella, la ilusión, la algarabía. Un lujo de banda, de esas que envidiamos cuando las vemos en Sevilla, y que no sabemos apreciar cuando tenemos aquí. Porque además de calidad, que la tienen de sobra, vinieron con ganas, engarzando una tras otra marchas de corte clásico, con alguna licencia preconcebida, que fueron dotando de carácter festivo una jornada que fue, poco a poco, cogiendo tintes de lucidez. Llegó la imposición de la medalla en la Alameda Cristina, en un acto corto, pero intenso, que descubrió al mundo de nuevo que Jerez tiene rincones tan bellos como los de cualquier ciudad del mundo.

Y con Virgen de la Paz, comenzó a marcharse el Desconsuelo… Y lo hizo por Tornería, y por Carpintería Baja. Y lo hizo llegando en silencio a San Lucas, donde lo esperaba el Señor Caído en la puerta de su sede canónica, recordando la eterna figura de Francisco Bazán. Y lo hizo haciendo suya, una vez más, la calle Cabezas, y la plaza del Mercado, y la collación de San Mateo. El Desconsuelo, con un esfuerzo descomunal de una cuadrilla de costaleros que ayer se ganó un merecido aplauso, fue conquistando cada esquina, cada palmo de un recorrido que empezó con la noche rompiendo en día, y que terminó con la tarde ya bien entrada, en una procesión que contó con el buen gusto de quienes la organizaron, y que dejó un regusto incuestionable en cuantos salieron al encuentro de una dolorosa que llora mejor que ninguna…

Queda un año para que salga el Señor de las Penas. Cumplirá los mismos años entonces que ayer cumplió su Madre del Desconsuelo. Y la hermandad trabaja, desde ya, en ese momento histórico para la cofradía. Ojalá consigan contagiar a Jerez de su misma ilusión y entrega…