Estaba la tarde imposible. Y todos lo sabían. No era cuestión de desafiar las leyes de la naturaleza, sino de ser consecuentes con la propia historia de las hermandades, con los esfuerzos realizados, con la propia indiosincrasia de las corporaciones que ayer realizaban su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Porque llover, todos sabíamos que llovería. La pregunta era cuándo, y cuánto… Pero llovería.

Y llovió. Vaya si llovió… Lo hizo cuando el Amor estaba a la altura de la plaza Asunción, caminando desde hacía tiempo con celeridad para intentar llegar a la Catedral sanos y salvos. No fue posible, porque los únicos que se libraron de la lluvía que encharcó Jerez sobre las nueve de la noche, justo a la hora señalada, fueron los cofrades de la Defensión y de los Judíos, los que decidieron quedarse en casa.   Los de San Benito tuvieron que aguantar una lluvia copiosa, intensa, para volver hasta su sede canónica aunque, eso sí, sin el paso de misterio, que se quedó en la catedral esperando a que el Jueves Santo, a partir de las nueve de la mañana, se realice el traslado hasta su templo, al igual que harán los cofrades del Amor.

Estos últimos incluso, en un gesto para unos histórico, para otros temerario, formaron su cortejo para volver hasta su capilla cuando, casi hora y media después de haber llegado a la catedral decidieron quedarse allí de manera definitiva por las inclemencias meteorológicas. Quizá demasiado tiempo ambas hermandades, para qué negarlo. Y más cuando según todo el mundo indica, las facilidades obtenidas por el mayordomo de la catedral, el canónigo Manuel Lozano, fueron absolutas.

Mientras, dos templos de Jerez se iban llenando de fieles, ansiosos por ver las imágenes que se había quedado en casa. La Defensión, con su corte clásico, dispuso los dos pasos de salida acordonados, con una tenue luz que iluminaba solo a las imágenes, y cantos gregorianos de fondo. La junta de gobierno, que ya tomó la decisión de salir en situaciones similares en años anteriores, no quiso este año arriesgarse, tomando la decisión más prudente imaginable, teniendo en cuenta además la reciente salida procesional de la imagen en el pasado vicrucis de la Unión de Hermandades. Gran interés el que despierta ya esta hermandad en nuestra Semana Santa, a tenor de la cantidad de fieles que se acercaron hasta Capuchinos. Señal inequívoca de que las cosas se hacen, y bien, en la hermandad que dirige Antonio García-Figueras.

El otro templo, también a rebosar, fue el de San Mateo. Lógico, si hablamos de la hermandad de los Judíos. Todos imaginaban que la hermandad no saldría, y los que lo afirmaban incluso desde por la mañana no se equivocaron. Pidió la hora de espera la hermandad para ver si cambiaban los partes, pero ni siquiera la consumió. La cofradía, en otras épocas valiente, decidió poner en la balanza la restauración del manto de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, así como los casi mil nazarenos que pone en la calle, y acertó. De lleno además, porque a los Judíos la lluvia le hubiera cogido justo en mitad de la calle Larga, demasiado lejos de todo como para llegar a tiempo a sitio alguno para refugiarse.

Todo eso hizo la lluvia, que ayer sí apareció de manera copiosa, no como la del Lunes Santo. Pero antes de que apareciera, dejó ver algunos detalles. El principal quizá que el Martes Santo es un día enorme de nuestra Semana Santa, porque las dos cofradías que se pusieron en marcha dejaron muchas, muchísimas cosas por analizar. Increíble el exorno floral de la Clemencia, con tulipanes rojos, así como el andar de su cuadrilla y la agrupación musical de ‘Los Gitanos’. Memorable, un año más, su entrada en Carrera Oficial. Espectacular, sin otro calificativo, la banda de cornetas y tambores del Rosario de Cádiz, sin duda la mejor que ha venido hasta la fecha a Jerez desde el pasado Domingo de Ramos. No se puede subir tan arriba con la corneta, y con tanta calidad. Amplio, y vistoso, el cortejo del Cristo del Amor, y tremendo esfuerzo de las cuadrillas para llegar a la Catedral, consiguiendo de esta manera que los pasos apenas se mojaran.

Y lamentable, absolutamente lamentable, el estado de los palcos de la Carrera Oficial, vacíos en gran número por tercer día consecutivo. Alguien debería reflexionar sobre esto, para poder ponerle una solución a corto plazo. Y elegante, discreto y cercano el trabajo de la Unión de Hermandades, que parece que no está, pero siempre está. Y ayudando, sin afán de protagonismo, aportando soluciones y coordinando, pero respetando las decisiones de las hermandades en todo momento… Ni más ni menos que lo que se supone que tiene que hacer un consejo. Y mucho más, en un día como el de ayer.